Este jueves, durante la mañanera en Palacio Nacional, una persona que dijo ser de Tamaulipas de repente se arrodilló. Logró así que Andrés Manuel López Obrador le diera la palabra. La imagen parece extrema, pero en una de esas es puntual: todo indica que para que algo se mueva en México se tiene que acudir a este nuevo Tepeyac, donde el Presidente recibe todo tipo de peticiones; algunas muy singulares, y otras que deberían ser institucionales, pero que sin el palomeo del Presidente corren el riesgo de no figurar en la agenda pública. Por eso quizás algunos periodistas siguen yendo a esa conferencia, para ver que sus denuncias periodísticas no mueran en un limbo.
Entre la mañanera del miércoles y del jueves la palabra Odebrecht fue mencionada en 20 ocasiones. Antier porque en Palacio Nacional se informó de la renegociación de Pemex con Braskem, una ventajosa subsidiaria de ese consorcio brasileño que fue consentida en tiempos de Calderón. Pero, claro está, hablar de Odebrecht es hablar de cómo los pasos que dio esa empresa en nuestro país en los últimos 15 años tienen sospecha de corrupción.
El jueves se volvió a hablar de Odebrecht en la mañanera porque la reportera Alejandra Barriguete, de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, planteó al presidente López Obrador si pediría una investigación sobre uno de los capítulos menos famosos, pero no necesariamente menos graves, de la corrupción de esa constructora en nuestro país.
Porque antes de Veracruz, de Tula y, por supuesto, antes de que Peña Nieto y Emilio Lozoya fueran los antihéroes de esta oscura película, Odebrecht ya había puesto sus pies en México, concretamente en Michoacán.
El reportero Raúl Olmos ha publicado durante años varias notas sobre contratos de Odebrecht con gobiernos perredistas de Michoacán: el de Lázaro Cárdenas Batel y el de su sucesor Leonel Godoy. En esos años (2006-2011) Odebrecht recibió contratos para construir la presa Francisco J. Mugica, en Apatzingán.
Mas un contrato que inició en mil 500 millones de pesos por la obra acabó por costar casi el doble y se entregó con irregularidades que impidieron su funcionamiento pleno. Así se las gasta Odebrecht.
Eso ya lo había revelado Olmos anteriormente. Pero la semana pasada, en un nuevo reportaje, el periodista de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad aportó dos indicios novedosos.
En primer lugar, publicó reportes llegados de Andorra, que ya fueron entregados por ese principado a la Fiscalía General de la República, sobre movimientos financieros sospechosos de corrupción de Odebrecht en esa obra michoacana. Y en segundo lugar, reveló que una persona de nombre Gabriel Mendoza, que estuvo entre quienes firmaron esos contratos a favor de la empresa brasileña, hoy se desempeña como responsable del gabinete de Seguridad Nacional de López Obrador. O sea, está diario en Palacio Nacional a tiro de piedra por si el Presidente quiere saber más sobre cómo fue que Odebrecht llegó a México hace tres lustros.
Este jueves López Obrador, a pregunta expresa de la reportera Barriguete, se comprometió a investigar los contratos michoacanos de Odebrecht. “No hay impunidad en mi gobierno, entonces vamos a informar a Mexicanos contra la Corrupción de este asunto, hago ese compromiso”, ofreció.
Qué bueno que así sea. Quizá la única queja es que, si los reporteros no van a Palacio a pedir al mandatario seguimiento de sus denuncias, que no a postrarse, éstas corren el riesgo de que ni la FGR, ni otras autoridades las tomen en cuenta. Habríamos vuelto al país donde, si el señor presidente no ve algo, entonces nadie lo ve.