Si algo nos ha enseñado el PRI, es que sobrevive a cada acta de defunción que se le expide. Pero en esta ocasión –cuando alguien tan priista como López Obrador va por todas las canicas con jugadas, digamos, clásicas del priismo– el tricolor corre el riesgo de perder la novena, y última, de sus vidas.
La cita electoral del 6 de junio luce muy complicada para el Partido Revolucionario Institucional. Morena parece competitivo incluso en estados donde se le ha hecho bolas el engrudo al elegir candidato, como en Guerrero, hoy con gobernador priista.
En total son 15 las gubernaturas en juego. Sin pasar por alto que –claro– las campañas cuentan, en la antesala del inicio formal de las mismas el PRI parece condenado a encajar una derrota que le mermará sin precedentes.
En Sonora gobierna hoy una priista. Ahí Alfonso Durazo, el candidato de López Obrador, tendrá un duro oponente en Ernesto Gándara –príista en receso, je– que va contra el elegido de Morena. En Nuevo León, donde gobierna –es un decir– Jaime Rodríguez el Bronco, otro expriista, el partido de AMLO tiene una candidata fuerte en Clara Luz Flores –hasta hace muy poco priista–. Pero no tendrá un día de campo, pues el priismo clásico irá con Adrián de la Garza.
La pregunta es: ¿el PRI puede ganar en Tlaxcala, Sonora, Colima, Zacatecas, San Luis Potosí, Sinaloa, Campeche y Guerrero?
Cabe apuntar que hoy el PRI tampoco es necesariamente el rival a vencer en gubernaturas en juego donde no gobierna, como Chihuahua, Querétaro, Nayarit y Baja California Sur (en manos del PAN), Baja California (Morena) y Michoacán (PRD).
Así que competitivo sería en Nuevo León (independiente), Sonora y quizá, dicen algunos, en Sinaloa, donde sin embargo Morena ha logrado alianzas de grupos locales antagonistas en torno a su candidato.
¿Qué será del PRI si el 7 de junio amanece sin la mayoría de las gubernaturas en juego? Sería una derrota tan profunda como la que encaró hace media década su entonces líder Manlio Fabio Beltrones.
Cada contienda, sin duda, tendrá matices. En Nuevo León, Morena parece estar desfondando al PRI y al PAN, entonces habrá que ver si el priista De la Garza resiste. En Tlaxcala nada está escrito para Morena. En SLP, el presidente López Obrador, en cambio, juega a perder a favor de los presuntos ecologistas. Y así.
Pero una cuestión general sobrevuela: por qué luego de dos años de un gobierno que no presenta resultados, salvo en algunos programas sociales, el PRI carece de un discurso atractivo que le posicione frente al electorado, sobre todo en entidades donde gobierna.
El PRI no tuvo un buen reacomodo luego de la derrota de 2018. Ni renovación de cuadros, ni grupo de gobernadores que liderara una redefinición. Y, por supuesto, las largas colas de tantos priistas están muy visibles luego de los escándalos tipo Lozoya, Zebadúa, Ancira, Collado o Rosario Robles, por lo que el tricolor no sólo estaría débil electoralmente, sino que también carece de fuerza para oponerse en el Congreso, donde apenas si musita al defender las reformas estructurales.
Las victorias priistas en las locales de Coahuila e Hidalgo de hace unos meses acicatearán a Morena para no confiarse en la elección en donde pretende refrendar la mayoría en San Lázaro e imponer una hegemonía entre los gobernadores.
El gran perdedor de esa estrategia podría ser el PRI. Aunque, visto de otra manera, quizá el PRI no muera, sino resucite en otra piel. Cerraría un ciclo, pero los hermanos se unirían de nuevo. No moriría.