Cuando se pensaba que ya no se podría dar una mayor apreciación del peso frente al dólar, la semana pasada se alcanzó un nivel no visto desde el 23 de junio del 2015, cuando la divisa norteamericana se cotizaba en 16.30 por dólar.
No lo aburro repitiendo que el 16.45 con el que cerró el viernes tiene efectos muy diferenciados sobre la economía mexicana. Para algunos es una bendición y para otros es un desastre.
Tampoco voy a repetirle que el haber alcanzado este nivel ha dependido más de las decisiones de los inversionistas internacionales que de las circunstancias internas del país.
Permítame concentrarme en la pregunta que surge una y otra vez cuando se habla de estos niveles que ha adquirido nuestra moneda: ¿hay un riesgo real de una depreciación brusca del peso en los siguientes meses?
Permítame reformular la pregunta: ¿de acuerdo con la información histórica, en qué circunstancias se han producido las depreciaciones más significativas de nuestra moneda?
Tomemos el indicador sobre el tipo de cambio real del peso que publica el Banco de México y vayámonos hacia atrás.
El último gran brinco de la paridad se produjo en 2020, cuando el dólar llegó a cotizar hasta en 25.11 pesos el 24 de marzo de ese año.
En términos reales, la depreciación que se produjo en muy pocos días fue de 27 por ciento.
La razón es bastante obvia y se debió a la gran incertidumbre que se produjo tras la pandemia y el confinamiento que se decretó.
Siguiendo hacia el pasado, un periodo de importantes depreciaciones se produjo a lo largo del periodo 2015-2016. En ese lapso, la paridad pasó de 13.92 por dólar al final del 2014 a 20.85 pesos al término de 2016.
En ese lapso tuvimos un drástico desplome de los precios de los energéticos. Por ejemplo, el petróleo pasó de 105 dólares por barril al término de 2013 a 26 dólares en noviembre de 2016, una caída de 75 por ciento.
Siguiendo con este recorrido, otro gran salto de la paridad se produjo en 2008, asociado a la crisis financiera global y las operaciones con derivados que pusieron al borde de la quiebra a diversas empresas.
En ese entonces la cotización pasó de 9.94 pesos en agosto de 2008 a 14.93 en febrero de 2009, y en términos reales, la devaluación fue de 29.5 por ciento.
Menos recordado porque fue gradual, el movimiento cambiario que se produjo entre marzo de 2002 y abril 2004, llevó a que la paridad se moviera de 9.04 a 11.09 pesos.
Sin embargo, la depreciación real fue de 34 por ciento, de acuerdo con el índice de Banxico.
En el pasado, los otros episodios devaluatorios traumáticos son claramente identificables.
El tipo de cambio real del peso se depreció en 76 por ciento entre los datos de diciembre de 1994 y marzo de 1995.
El llamado “error de diciembre” y el grave deterioro de las cuentas externas fueron los factores que propiciaron este fuerte incremento.
Sin embargo, el periodo de las devaluaciones más agudas ocurrió entre marzo de 1985 y finales de 1987, en la época de la hiperinflación.
En ese lapso, el tipo de cambio real subió de precio en 107 por ciento, lo que es el salto más agudo desde que tenemos mediciones.
Para el recuerdo, la paridad pasó de 245 a 2 mil 240 pesos por dólar.
Las devaluaciones previas están claramente identificadas: las de 1982 y la de 1976. En ambos casos, en medio de cambios sexenales y tras una fuerte crisis de balanza de pagos y de finanzas públicas.
¿Podemos esperar para el 2024 o incluso el 2025 alguna circunstancia como la que acompañó a las depreciaciones dramáticas del pasado?
No se ven en el panorama.
Sin embargo, le recuerdo lo que siempre le he comentado: estamos en una era en la que predecir el tipo de cambio se ha vuelto cada vez más difícil, así que tome con todas las reservas cualquier predicción, desde las más optimistas hasta las más catastrofistas.