Ahora que nadaremos en vacunas, es pertinente regresar a cuestionamientos que se han hecho al gobierno de la República por su logística –es un decir– para inmunizar a la población.
El canciller Marcelo Ebrard anunció ayer que por fin el laboratorio Liomont entregará las primeras dosis de vacuna AstraZeneca. El 24 de mayo estaría listo el primer millón de dosis.
Con la llegada de esas vacunas el plan de vacunación podría acelerarse. La duda es si el operativo gubernamental logrará que las dosis estén lo más pronto en los brazos de los mexicanos y no en bodegas donde millones de ellas esperan su turno.
Como en otras emergencias, en la pandemia las Fuerzas Armadas han dado muestras de su capacidad para hacer llegar a cualquier región la ayuda que se requiere. En no pocas ocasiones el propio gobierno de López Obrador ha puesto en la mañanera a los uniformados a explicar cómo en cuestión de horas un embarque es recibido y distribuido en los estados.
Si eso está demostrado, entonces ¿por qué hay millones de vacunas sin utilizarse y por qué hay quejas de que en algunos estados se han tardado de más en aplicar segundas dosis?
La respuesta apunta a dos personas. A Hugo López-Gatell y al Presidente de la República.
Cuando comenzó la pandemia Andrés Manuel López Obrador prometió que todas las decisiones las tomarían los científicos. No ha sido así. El plan de vacunación fue modificado a contentillo del mandatario, quien adelantó, por ejemplo, la vacunación de maestros en Campeche y que nunca aceptó, a pesar de que se le propuso varias veces en reuniones en Palacio Nacional donde se evaluaba a quién destinar las dosis que llegaban, aplicarlas a médicos privados. El doctor Ruy López Ridaura, director general del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades, sugirió reiteradamente eso sin lograr convencer a sus jefes.
Tan ha habido retrasos que el martes AMLO anunció que están "decididos a imprimir todavía más actividad, aplicarnos más, se van a ampliar brigadas para vacunar a más personas lo más pronto posible (…) se van a reforzar brigadas, van a establecerse más centros de vacunación".
Ese plan debe tener en cuenta que Hugo López-Gatell, a juicio de algunos del gabinete, se afana en extender antes que en recortar los plazos de la logística. Es decir, que su protagonismo le resta capacidad ejecutiva al gobierno, y que sus desacuerdos no sólo son con la jefa de Gobierno capitalino Claudia Sheinbaum, sino incluso con Jesús Ramírez, vocero presidencial.
Sin duda el gobierno de AMLO acertó al diversificar el portafolio de las vacunas que salió a comprar, y al garantizar los fondos necesarios para amarrar contratos en medio de una descomunal rebatinga internacional por tales dosis.
Esos aciertos iniciales, sin embargo, se han atorado luego en decisiones discrecionales del Presidente, no sólo en el turno de la población a vacunar, sino la de meter a la vacunación a gente de Bienestar –que además de las obvias suspicacias, no han demostrado ser eficientes–.
Al mencionar antier las dependencias que participarán en el relanzamiento de la vacunación, el Presidente no incluyó a los estados. A lo largo de la República hay ejemplos de lo mucho que ayudan centros universitarios, como el de la UdeG en Jalisco, y lo mal que les va a los ciudadanos cuando a las autoridades locales sólo les piden poner las sedes.
Comenzando junio habremos recibido 40 millones de dosis. Es loable, pero falta lo más importante: que la vacunación fluya para evitar cualquier rebrote. ¿Se dejará ayudar el gobierno federal?