El evento del domingo de Claudia Sheinbaum tiene varios significados. El resumen de los mismos es –ahora que Vicente Fox equiparó la campaña con un partido de americano– que acumuló un nuevo primero y diez rumbo a la Presidencia de la República.
Lo más destacable del acto realizado en el Museo Interactivo de Economía es que implica que el “proyecto de nación” que había redactado el grupo duro de Morena pasa a condición oficial de borrador que ha de ser revisado, corregido, aumentado o, de plano, reescrito.
La exjefa de Gobierno fue muy cuidadosa con sus palabras al señalar el domingo que esos que ahí presentó, que trabajarán bajo la dirección de Juan Ramón de la Fuente, han de ayudarle con ideas y asuntos para, a partir de ahí, armar el plan definitivo.
“Para que no haya confusión”, dijo la precandidata morenista al introducir a esos personajes. “Se trata nada más de las mesas de trabajo, de coordinar diálogos que van a permitir construir, a partir de opiniones plurales, diversas, el programa de gobierno, el plan de gobierno, el plan de desarrollo”.
No es poca cosa. Es un paso firme en el rumbo plural que Sheinbaum definió y anunció apenas se oficializó, hace tres meses, que había ganado la encuesta para ser la abanderada del lopezobradorismo. Aunque también hay que asentar que el ala dura no estará nada conforme con ese camino.
Aunque falta mucho para que las palabras se conviertan en realidad, hay que apuntar asimismo que el hecho de que dos de los ahí presentados sean ministros en retiro que han manifestado distancia a propuestas de AMLO hace vislumbrar que la reforma judicial que se pretende será matizada o, soñemos, razonable.
En días pasados, Arturo Zaldívar y Olga Sánchez Cordero declararon en contra de la elección de ministros por voto popular y contra la desaparición a rajatabla de los fideicomisos del Poder Judicial, respectivamente. Y ahora estarán en los trabajos de la propuesta de gobierno claudista.
Y el hecho mismo de que Sheinbaum haya apuntado la reforma judicial como la última de las 17 propuestas que el domingo enumeró podría ser un signo de que se trabajará con más tiento que el que verbalmente pregona el Presidente una mañanera sí, y otra también.
Si Claudia logra un equilibrio entre opiniones plurales y ultras será no sólo una muestra de oficio político, sino una noticia halagüeña: la continuidad podría verse beneficiada de ideas y perfiles profesionales que hoy están lejos del gobierno donde la lealtad, y no la eficiencia, son premiados.
En sentido contrario, también es posible decir que el evento del domingo es uno más de los muchos que hace Sheinbaum semanalmente. Me refiero a que demasiados de los nombres que vimos ya se sabían cercanos al lopezobradorismo (De la Fuente, Esquivel, Vázquez, Meyer, et al).
Sin embargo, esa crítica no desmerece el hecho de que, semana a semana, Claudia envía señales de una campaña estructurada y metódica, con un guion que va más allá del mitin, que agota el tiempo mientras se anota yardas al transmitir tenazmente al público que trabaja con proyecto y sin distracción.
Esa es la segunda lectura. Hay una campaña en marcha, otra que sigue generando dudas y una más que acaba de implotar.
Tercera lectura, pero nada menor. Un doctor de renombre, y por supuesto no se apellida López-Gatell, estuvo en el templete. Si se trata de corregir los rezagos en la salud, qué bueno que llamó a una eminencia como David Kershenobich. Eso compromete a Claudia, en beneficio de toda la sociedad.