Claudia Sheinbaum lo sintetizó mejor que nadie en un tuit: “El AIFA es la esencia de la cuarta transformación de la vida pública de México”. Y es que, en efecto, todo lo que vimos el día de la inauguración del nuevo aeropuerto es una expresión cristalina de lo que es la autollamada 4T. Veamos.
El gusto por demoler. Todo lo que se puede decir de bueno del gobierno de AMLO tiene que ver con que puso un parche, un remedio temporal a un problema que debería resolverse con una definición de política pública. Al Presidente y a los suyos lo que más les gusta es la destrucción, la demolición de lo existente. Así, están más satisfechos de haber impedido un aeropuerto que, con cambios, hubiera sido una gran obra y que ahora es cascajo, como a ellos les gusta, que de la obra que inauguraron el lunes. Se sienten más satisfechos de lo que tiraron que de lo que levantaron.
El adversario como centro de acción. A nada dedica la 4T más energía que a combatir y atacar a sus enemigos políticos. No importa lo pequeños que sean, lo potentes que puedan ser o el reducido espacio que ocupan en la arena política. La definición del proyecto de AMLO son los otros: los enemigos del pueblo, los privilegiados, los que se cubrieron con el manto de la larga noche neoliberal. El corazón, el pensamiento, las emociones de la 4T están en función de sus adversarios. No pueden disfrutar nada sin hablar de ellos, no pueden presumir nada sin acordarse de ellos: su miel se transforma en hiel al recordarlos, pero gustan más del sabor amargo que de otra cosa. Así, la inauguración estuvo llena de menciones a los adversarios: disfruten en silencio, también es para ustedes, admitan el éxito, ardidos, la Vitacilina, sí se pudo, ¿no que no? En el colmo del ridículo, el Presidente citó en su gran día un tuit del comediante Chumel Torres. En esas anda el Presidente, ya no discrimina.
La 4T es verde militar. El Ejército es un lugar de respeto al que acudimos todos los mexicanos. Hasta hace poco se podía decir “casi todos”, porque AMLO y los suyos lo detestaban y sólo tenían desprecio por la milicia nacional. Ante la ineptitud de sus colaboradores, el Presidente se ha arrojado a los brazos de los militares que todo le solucionan. Es probable que el Ejército termine este sexenio al mando de la SEP. Los seguidores del Presidente no se ponen de acuerdo en el valor principal del AIFA: si lo importante es que es funcional, que tiene capacidad, que está bonito o que se construyó en tiempo récord. Así como salió un general hablándole a una estatua de Felipe Ángeles en un video, el uso y abuso del Ejército es la norma en el proyecto presidencial.
El uso de las personas. Si algo le gusta al Presidente es utilizar a las personas, rebajarlas, humillarlas para conseguir sus fines. No importa si son colaboradores, militantes o simpatizantes, él usa a todos. No otra cosa fue el montaje de mujeres vendiendo garnachas y suvenires el día de la inauguración del AIFA. Una provocación para decir al día siguiente que la venta de antojitos populares les parecía una agresión a los conservadores. Es un truco ya muy visto que hace a cada rato. Por supuesto hay quien cae en la provocación. Pero más allá de eso sorprende que al Presidente le parezca bien dejar que una mujer venda su mercancía en el suelo, ni siquiera les ponen un puesto, una mesa, algo que les ayude en su trabajo. No, al Presidente lo que le importa es que estén y se vean jodidos y mientras más, mejor, pues mayor la provocación.
Y finalmente, como una estampa diáfana de la 4T en la inauguración del AIFA, está el abrazo lambiscón y lacayuno de Epigmenio Ibarra a Emilio Azcárraga. Muy revolucionarios, muy matones, muy de acero, pero doblan la espalda con los del dinero.