Algo pasa en el entorno del presidente López Obrador que todo se ha desbordado en torno a la consulta de revocación. Es claro que se trata de un evento diseñado por el Presidente para satisfacer su ego (ya tratamos la semana pasada en este espacio su comportamiento narcisista: Sí está solo, El Financiero 30/03/22). Es algo diseñado por él, donde solamente aparece él y la pregunta se trata de él. Así que la consulta se trata del tema favorito del Presidente: él mismo.
Hemos visto una propaganda abrumadora –lo cual debe satisfacer enormemente su necesidad de estima, pues su foto está en todos lados–, pero este fin de semana el ya escaso pudor que mantenían se vio desbordado en las personas del secretario de Gobernación y del jefe de la Guardia Nacional. Todos dedicados a hacer propaganda para cumplir el capricho del Presidente.
No es normal este movimiento de todas las estructuras gubernamentales a la promoción de la figura del Presidente. Si la semana pasada comentábamos de gobernadores, ahora podemos hablar incluso de aeronaves militares al servicio de la publicidad presidencial. El comandante de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio, en una acción sorprendente, se sumó a las tareas partidistas de la revocación, lo mismo que el subsecretario de Seguridad, mientras el crimen hace de las suyas a lo largo y ancho del país. Así las prioridades. Hemos pasado cualquier nivel de la llamada militarización de tareas públicas a la partidización del cuerpo militar. A falta de apoyo de otras figuras sociales, el líder de Morena y los personajes de ese partido festejan alegremente la presencia de los militares cerca de ellos. Atrás quedaron los tiempos de su férrea actitud de desprecio contra todo lo que fuera verde olivo.
Adán Augusto, hombre que ha destacado por su discreción y capacidad de interlocución, se soltó el chongo y la emprendió contra el INE. De manera lépera, el responsable de la política interior se vanaglorió de violar la ley e hizo mofa de los consejeros electorales, pues ya se van, dijo. Después ha mentido descaradamente sobre su participación en propaganda electoral y su viaje en un avión de las Fuerzas Armadas. Da pena ver que los políticos más relevantes del gobierno se hayan convertido en lacayos de un egocéntrico atormentado por el rechazo que pueda tener.
A todo esto, cabe una observación: si el gobierno está moviendo todo a su alcance para que la consulta sea exitosa, ¿por qué lo hacen?, ¿qué información de probable participación tienen? Seguramente no son buenas noticias, porque lo que hemos visto en estos días ya parece franca desesperación de que el ejercicio del “espejito, espejito, quién es el presidente más bonito”, puede salir muy mal.
“Es la última vez que sale en la boleta”, dicen los propagandistas. “Es la manera de agradecerle lo que ha hecho por nosotros”, dicen los apologistas. Y tienen razón. En lo que va del siglo 21, López Obrador ha aparecido en todas las boletas electorales en elecciones presidenciales: 2006, 2012, 2018 y en la de CDMX en 2000. Ahora cumplirá su sueño dorado de aparecer él solito, el único, el ungido. Y claro, las cosas no eran gratis, las ayudas no eran para aliviar la pobreza, sino para formarse y votar por el hombre que ha devastado las instituciones nacionales y quiere erigirse una estatua el próximo domingo.