Algunos lectores y diversos conocidos me han comentado que ya están cansados de las referencias a la guerra en Ucrania.
Casi percibieran como si fuera otro elemento de distracción del gobierno de López Obrador. Algo para no poner acento en la agenda doméstica.
Consideran que los problemas nacionales son mucho más relevantes que todas las implicaciones de lo que está pasando en esa zona de Europa.
Por eso señalan que es irrelevante ponerle tanta atención a aquellos acontecimientos.
Obviamente, difiero de esas opiniones.
Me parece que lo que está ocurriendo en Ucrania, con todas sus implicaciones, marcará nuestro futuro mucho más que las grabaciones del fiscal Gertz o los pleitos entre grupos violentos de Querétaro y Jalisco.
No es fácil percibirlo, pero estamos en un cambio de época.
El mundo ya es diferente hoy al que teníamos apenas hace un par de meses.
Las coordenadas políticas que por muchos años nos permitieron ubicarnos en el orbe están modificándose rápidamente y eso va a tener fuertes implicaciones, no sólo para el entorno del país sino para nuestra vida diaria.
Simplemente, el incremento espectacular de los precios de las materias primas, como el petróleo, el gas, el trigo, el maíz y diversos productos minerales, cambiará de manera relevante la perspectiva económica de México… aunque la autoridad no quiera reconocerlo aún.
Pero, quizás mucho más importante que eso, está el hecho de que los arreglos políticos en el mundo darán un giro de 180 grados.
Eso significa que las decisiones tanto de política exterior como de política interna podrían tener un significado completamente distinto del que tuvieron apenas hace unos cuantos meses.
En México tendemos a volcarnos hacia nuestro interior y a estar permanentemente ‘viéndonos el ombligo’. Nos importa sobre todo lo que pasa en la casa aunque la pradera esté incendiándose.
Consideramos que lo que ocurre en el mundo es algo ajeno y distante y que tendrá pocas implicaciones en nuestra vida.
La realidad es que la construcción de nuestras relaciones económicas, financieras y diplomáticas en los últimos 30 años, hace prácticamente imposible que nos mantengamos ajenos a ese entorno.
Podemos percibirlo distante porque no tenemos manera de influir en él, pero además nos aterra nuestra ignorancia sobre lo que esos hechos significan.
Sin importar nuestro parecer, las implicaciones de los acontecimientos en Ucrania serán tan concretas como para aumentar el precio de los tacos y de las tortas, además de generar una situación de enorme tensión en las finanzas públicas y probables aumentos en los precios de la electricidad para los comercios y para las industrias.
Pero, si el mismísimo presidente de la República es el primero que adopta la visión parroquialista que desestima los efectos de lo que ocurre en el mundo, es muy complicado pedir que otras instancias de gobierno o bien otros ámbitos políticos entiendan las profundas implicaciones del nuevo orden mundial que se está configurando y que no depende solamente de los resultados militares de la invasión de Ucrania.
Para el gobierno, el tema central serán sus críticas al neoliberalismo y para sus críticos, el tema de la ‘casa gris’ seguirá como el asunto central.
Para la perspectiva de la historia, perdón, esos serán chismes de lavadero.
Hoy vamos a estar inmersos en las noticias relativas al 8 de marzo y nos vamos a olvidar de lo que ocurre en Ucrania.
Tal vez mañana sean otros eventos los que atraigan nuestra atención.
Al final del día, no obstante, el tema de lo que resulte en aquella guerra marcará de manera indeleble nuestro futuro.