El presidente de la República no podía ocultar su buen humor la mañana del día de ayer.
La marcha y concentración masiva con el presunto motivo de la celebración del cuarto aniversario de su gobierno resultaron tanto o más exitosas respecto a lo que él deseaba.
Estar por horas en medio de las multitudes que enloquecían por acercarse, y si era posible tocar al presidente, le debe haber recordado los mejores días de su exitosa campaña electoral en el 2018.
La discusión respecto a si la gente fue por iniciativa propia o conducida por todo el aparato público a escala federal y de las entidades federativas, es irrelevante para él.
Lo fáctico es que hubo cientos de miles. No importa si fue el millón 200 mil calculado por Sheinbaum. Tampoco si fueron notorios algunos espacios vacíos en el Zócalo durante su prolongado discurso.
Lo relevante es la demostración del músculo político, de la capacidad de movilizar masas, de hacer visible el nivel de respaldo que la mayoría de las encuestas aún le reconocen.
La marcha del domingo fue, el mismo presidente lo dijo, quizás la última gran marcha en la que participa.
No descartó que antes del fin de sexenio esté en alguna otra concentración en el Zócalo, pero ya no en una marcha.
Pero, al mismo tiempo, se trata probablemente del arranque de la campaña de Morena para retener el poder en el 2024.
No veremos ninguna otra concentración del tamaño de ésta quizás ni en las campañas electorales.
Es el intento más grande hasta ahora de trasladar el respaldo presidencial a cualquiera que vaya a ser seleccionado por Morena para ser su candidato (a) presidencial.
Ninguno, entre todos los aspirantes del partido hoy en el poder, tiene el carisma ni la capacidad de convocatoria de López Obrador.
La gran batalla que deberán dar las “corcholatas” tiene que ver con aprovechar el capital político que tiene el presidente de la República para fortalecer la figura del candidato o candidata.
Y esa tarea no será nada sencilla.
Una complicación es el hecho de que el prestigio, el carisma, la popularidad, no son trasladables.
Si el domingo la convocatoria a la marcha no la hubiera hecho el presidente de la República la historia hubiera sido muy diferente.
En Morena, el único que tiene la magia es AMLO.
Es él quien es reconocido por una amplia base de muchos millones como ‘el defensor de los pobres’, es el que generó la esperanza. Y quien, aún con escasos resultados en su gobierno, sigue propiciando la admiración y la simpatía de millones.
La muestra fue lo que sucedió el domingo durante la marcha.
La gran incógnita para todos, incluyendo a López Obrador, es lo que pasará en el momento en el que él se haga a un lado y Sheinbaum o Ebrard sean los que den continuidad a su movimiento.
AMLO puede amarrar el compromiso de que cualquiera que llegue al poder por Morena le deba la candidatura… y quizás también el resultado.
La marcha del domingo pasado tal vez no impacte mucho en las intenciones de voto, en las cuáles Morena va adelante.
Como ayer le comenté, la marcha era para la clientela y no para atraer a los dubitativos o para tratar de convencer a los opositores.
Pero, el hecho mostró nuevamente que el que puede mover a las masas es AMLO.
Cualquier candidato de Morena va a requerir hacer un acuerdo con él, ya que, sin el respaldo de AMLO, va a estar fuera de la jugada.
No será un ‘maximato’, como lo conocimos en la época de Plutarco Elías Calles. Ni tampoco seguirá la mera autoridad moral de algún personaje como Lázaro Cárdenas tras el fin de su mandato.
AMLO va a querer seguir al frente, extraoficialmente y sin que se note.
Y va a elegir a su candidata, perdón, a cualquiera, sobre la base de esa condición.
Eso ya lo ratificó la marcha del domingo.
Por eso era tan importante para él.