El pasado 24 de agosto, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, les dijo a sus ciudadanos que deberían considerar que había llegado ‘el fin de la abundancia’.
En buena parte de Europa flota la nube del pesimismo ante la perspectiva de un invierno frío, restricciones al suministro del gas ruso y un nuevo disparo a los precios de los energéticos.
El alza de los hidrocarburos nos dio una tregua en los últimos meses. Pero, todo parece indicar que antes de que termine el año tendremos nuevamente un repunte.
De hecho, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo este lunes que se planea una intervención estatal en este mercado antes de la crisis del invierno para evitar el desorden.
Quizás usted piense que afortunadamente estamos muy lejos de Europa, región que tiene la desgracia de padecer el impacto directo de la invasión rusa a Ucrania y todas sus secuelas.
Lamento decirle que, si en una zona económica tan importante como el viejo continente, que representa el 18 por ciento de la economía mundial, se produce un panorama económico sombrío, no será posible que Norteamérica pueda salvarse de resentir sus efectos.
El caso más obvio es el crecimiento de la demanda de LNG, es decir, el gas natural licuado, que de Estados Unidos habrá de exportarse a Europa.
Al incrementarse la demanda de ese energético, lo más probable es que también aumente su precio en esta región.
Y si el gas aumenta será inevitable que también lo haga la energía eléctrica, pues en la matriz energética de nuestro país es el principal combustible usado en la generación eléctrica, alcanzando cerca del 60 por ciento.
Y si sube la luz, pues todo lo demás aumenta… aunque por los subsidios, se resienta menos en los recibos que llegan a la gran mayoría de los hogares.
No es imposible que, en lugar de tener un respiro en la inflación para los próximos meses, tuviéramos un incremento adicional.
No solo es Europa la región en la que han aparecido sombras en la perspectiva económica. También hay problemas serios en China.
El freno económico que puede padecer China no pareciera tan serio si se compara con los estándares de occidente, pues algunas instituciones están considerando que el crecimiento para este año será del orden de 3 por ciento.
Pero, cuando se observa que el promedio del crecimiento de la economía china entre 2010 y 2019 fue de 7.7 por ciento, se entiende la magnitud del golpe. Estaría un ritmo de menos de la mitad.
Estados Unidos es quizás el motor económico mundial que mejor está funcionando. Pero, con todo y ello, acumula semana tras semana signos económicos preocupantes que siguen haciendo creer a muchos en la posibilidad de una recesión para algún momento del 2023.
Cuando se observa este cuadro y vemos que el consenso de los expertos considera que la economía mexicana crecería este año en 1.8 por ciento y en 1.5 por ciento para el próximo, las cosas no se ven tan mal.
Ayer, el Banco de México, al presentar su Informe Trimestral mantuvo su perspectiva de crecimiento para 2022 en 2.2 por ciento, pero la de 2023 la recortó de 2.4 a 1.6 por ciento.
México le ha sacado provecho a su vecindad con Estados Unidos. Es el gran destino de la mayoría de sus exportaciones; es la principal fuente de inversión extranjera, tanto directa como financiera, y es fuente de cifras impresionantes de remesas.
Todo este conjunto de factores han sido críticos para evitar que tengamos una crisis económica en el país.
Pero, la profecía de Macron, aunque dirigida a los franceses, debe ser aleccionadora.
Hay posibilidades de que sigamos creciendo si aprovechamos las ventajas del entorno, pero si no lo hiciéramos y escalara el conflicto con EU, tendríamos que estar preparados para tiempos de vacas flacas, como los que, de hecho, ya hemos tenido en México en los últimos años, pero quizás ahora más acentuados y generalizados.