El Presidente de la República quiere que se desarrolle más la costa norte de Nayarit, que lleguen más turistas y que, de hecho, de ahí partan a las Islas Marías.
Apenas el 7 de diciembre Andrés Manuel López Obrador se llevó al gabinete a Tepic y, como parte del llamado Plan de Apoyo Nayarit, mencionó lo que le gustaría que ocurriera en playas del norte nayarita, entre ellas Boca de Chila.
“El almirante Ojeda (secretario de Marina) hizo mención”, dijo Andrés Manuel al tomar la palabra en ese evento “a toda la obra que significa la utilización de un terreno de más de 80 hectáreas donde se va a construir una instalación naval con muelles en Boca de Chila, ahí también va a ser un embarcadero para las Islas Marías por el plan que se tiene de desarrollo turístico. Va a haber ahí un hotel también para que la gente pueda disfrutar de este espacio público, 80 hectáreas a la orilla de la playa para que puedan disfrutar de ese espacio los nayaritas y otros turistas”.
El tabasqueño agregó que se trabaja en un plan carretero para “estar en 40 minutos de Tepic a Boca de Chila”. Agregó que ampliarán el aeropuerto de la capital nayarita para que también sea una opción para llegar a la costa, dada la saturación del de Vallarta.
Un gran proyecto, sin duda. Tanto que AMLO se lo anduvo ofreciendo, para que invirtiera, a su amigo y consejero honorífico Daniel Chávez, dueño de Vidanta, y cuyos hijos, hoy lo sabemos por la propia boca presidencial, son los patrones de José Ramón López Beltrán (y no José Manuel, como equivocadamente puse ayer aquí. Disculpas).
Que el Presidente ofrezca terrenos para que inversionistas hagan hoteles, o hagan atractiva una zona para que ésta se convierta en un nuevo polo turístico y de desarrollo, no sólo no tiene nada de malo, sino que es algo que precisamente se espera del titular del Ejecutivo.
Pero que haga eso con un empresario que es, además, la cabeza del emporio de donde estos meses/años salió la chamba de tu primogénito, ya es otra cosa.
El Presidente que prometió separar al poder económico del político ha dado una muestra más, pero quizá la más flagrante, de que esa oferta de campaña se quedó en buenas intenciones.
Para desarrollar a México se requiere de impulsar las inversiones privadas en todo sentido. Separar el poder económico del político se trataba de poner límites efectivos, e inéditos, a grupos que abusan de su posición dominante en distintos mercados. Y hacer que éstos no le impusieran condiciones al gobierno, sino al revés.
López Obrador ha decidido tener un grupo de empresarios amigos; esto obliga a preguntarse, ¿a los que no son sus amigos, los trata igual desde el gobierno?
Esa cercanía no debe traducirse en favores de los magnates para él o los suyos. ¿Cómo consiguió José Ramón –sin mayor currículum– esa chamba en Estados Unidos con los herederos de su amigo? La pregunta es legítima, otra vez, porque a los ojos de cualquiera es imposible descartar que el hijo del político esté recibiendo un favor de los hijos de un magnate cercano al político… ¿Qué puede salir mal?
Andrés Manuel insiste en declarar que, por ser él honesto, esa cercanía, que él deploraría en cualquier político, no implica deshonestidad o riesgo de conflicto de interés. Es una explicación ramplona. La verdad es que parece que AMLO no pudo, ni en su casa, separar al poder económico del político. Ya no digamos en el país.