Debe ser un signo de los tiempos. Encender la cámara del celular no cuando algo sucede, sino para ganar notoriedad. Más que registrar, posar. Antes que grabar, escenificar. No sólo los llamados influencers lo hacen. La semana pasada fue una senadora, y para más señas una que busca ser “presidenta/presidente”.
Si aplicamos la vieja regla de que por sus frutos los conocereis, el producto escénico, ya no digamos político, de Lilly Téllez el miércoles pasado en el homenaje a Elena Poniatowska fue muy pobre, y muy preocupante.
Hay quien juega al huevo y la gallina con Andrés Manuel López Obrador y la polarización. Que si éste la inició; que no, que el tabasqueño sólo evidenció una fractura, a facciones instaladas en su intento por anularse mutuamente. Causa o consecuencia, AMLO alimenta la polarización con denuedo, con abuso de recursos públicos e irresponsablemente.
Enfilada rumbo a la elección presidencial la oposición se devana los sesos (es un decir) buscando la fórmula que más ha de granjearle votos. El Presidente y la persona que elija serán de corte rijoso, descalificador, sectario, polarizador. ¿Cómo enfrentar al gobierno –elucubran las oposiciones– con medicina alópata o con remedios homepáticos?
Hay un sector de la población que no quiere para México que cada proceso electoral sea una lucha de lodo. Un sector –desconozco tamaño o relevancia, la verdad– que lo mismo lamenta las descalificaciones a la senadora Citlalli Hernández por su físico que condena a morenistas por expulsar a alguien de una marcha del 2 de octubre.
La gran prueba de la democracia no es votar y aceptar los resultados el día de los sufragios, sino convivir civilizadamente con aquellos con quienes no coincidimos, con quienes diferimos en posiciones o actos. Respetarnos.
Jesús Ramírez será juzgado por la historia como un experiodista que ayudó a un presidente a construir desde el poder cadalsos mediáticos en contra de periodistas, alguna de ellos su amiga de años. Pero que sea eso, todas las mañanas de este sexenio, no autoriza a nadie a agredirle. Y menos si es invitado a un recinto parlamentario a una ceremonia oficial.
Teléfono en ristre, el jueves pasado, en ocasión de la entrega de la Belisario Domínguez, la senadora Téllez realizó el mejor homenaje a AMLO: el mandatario se puede sentir orgulloso porque tan visible integrante de la oposición es una alumna destacada en aquello de polarizar, descalificar, acosar e, incluso, hacerlo sin ningún tipo de sustancia.
Es tiempo de saber quién de la clase política sí se toma en serio el “no somos iguales” para ofrecer a la sociedad en 2024 algo distinto a los espectáculos llenos de zafiedad de estos cuatro años. Ofrecer más de lo mismo garantiza una derrota –los que “sí son iguales” salieron bravos para burlar cualquier límite– y encima peca de vulgaridad plagiaria.
El lopezobradorismo tiene manía por desbordarse a la hora de formular acusaciones, como cuando dice que la oposición traiciona a la patria. Si la senadora Téllez llama Victoriano Huerta al Presidente –como lo hizo en Xicoténcatl– es, de nuevo, cero original, pero sobre todo nos dice que es proclive a trivializar lo grave.
¿Eso es lo que tiene qué ofrecer como eventual candidata? ¿O sea que sus spots sí están cuidados, pero su persona en realidad es eso, eso sin gobierno que vimos el miércoles? Con un AMLO ya es demasiado.
El Congreso convertido en el traspatio de la mañanera. Escenario para la alharaca. El legislativo no es contrapeso, ni hace rendir cuenta a otros poderosos. Debe ser un signo de los tiempos que así sea. Prendan la cámara.