TORREÓN.- El moreirato y una de sus herencias –la megadeuda– sobrevolaron el primer debate oficial de candidatos a la gubernatura de Coahuila, realizado ayer en esta ciudad.
En el teatro Nazas, Lenin Pérez, de la alianza PVEM y Unidad Democrática de Coahuila; Manolo Jiménez, de la alianza PAN, PRI, PRD; Armando Guadiana, de Morena, y Ricardo Mejía Berdeja, del PT, se vieron las caras por vez primera en su calidad de candidatos.
Los coahuilenses pudieron ver durante dos horas a los cuatro candidatos entrelazar ataques con algunas propuestas. El tono de los primeros era propio de viejos conocidos en una clase política cuasiendogámica que sin despeinarse se endilgan enjuagues y graves trapacerías.
Fiel al guion de este tipo de encuentros, el que menos cartulinas o gráficos utilizó para lanzar denuncias de hechos graves fue el puntero Jiménez, de la alianza oficial. Dijo que se concentraría en propuestas, y de éstas destacó la promesa de que volverá a instalar las estancias infantiles canceladas al inicio de 2019.
Y aunque Guadiana se dedicó a repetir que la elección estaría entre “el del PRIAN y yo”, no supo escapar de las puyas que le lanzó una y otra vez Ricardo Mejía, defector del gobierno de López Obrador, y quien acusó al candidato de Morena de tener carpetas de investigación por su relación Los Zetas, el cártel que por años asoló a Coahuila.
Lenin Pérez, por su parte, sin dejar de responder golpes verbales tuvo la participación más estructurada, la que formulaba propuestas, e incluso la que se atrevió a mencionar que el reto del agua no se resolverá si no se revisa la explotación que de ese recurso hacen los productores lecheros. Mencionar eso en esta cuenca lechera no es cualquier cosa.
Tercero en las encuestas hasta ayer, Mejía tuvo este domingo su primera oportunidad para descontar la ventaja que le llevan Manolo Jiménez y Armando Guadiana. Fue blanco de ataques incluso del priista, que lo acusó de haber traicionado en “los cinco partidos” en los que ha militado, pero se concentró en acusar a Jiménez de avalar la megadeuda de tiempos de Humberto Moreira, y de otras irregularidades suyas y del gobierno de Miguel Riquelme, al que acusó de corrupción en mandos policiacos.
Guadiana intentó un chiste con su tradicional sombrero, una mala idea si lo que quiso fue imitar a López Obrador en el debate del 2018 cuando guardó su cartera porque se la robarían. El Nazas, donde un millar de simpatizantes de todos los candidatos se reunieron, no festejó su puntada. Sin embargo, su estilo campechano no necesariamente es mal visto en el estado.
Manolo Jiménez pareció afanado en darle la razón a quienes en el debate le señalaban de ser un nuevo Peña Nieto: sus intervenciones, leídas la mayoría de ellas, pecaron en lo formal y lo técnico, en un cuidado por las formas que sin duda remite al estilo priista del cual es claro que no reniega.
Los candidatos se reunirán de nuevo el miércoles en Saltillo en un debate organizado por la Coparmex. Y queda otro organizado por la autoridad electoral.
A pesar de lo que se suele publicar en los medios nacionales, la campaña aquí es propia de una competencia donde nada está decidido.
Sobre todo si se recuerdan dos factores: Morena sacó más de 300 mil votos en la revocación de mandato de 2022, cifra que en el pasado ha representado prácticamente la mitad de lo que se requiere para ganar la gubernatura; y observadores locales calculan en más de 20 por ciento los votantes aún indecisos. Las campañas, no olvidarlo, cuentan.