Al conocerse que Manuel Bartlett iba a ser la carta de Andrés Manuel López Obrador para dirigir –es un decir– la Comisión Federal de Electricidad, Tatiana Clouthier no se guardó su opinión. “Creo que había mejores opciones”, declaró quien fuera jefa de la campaña de AMLO. Eso fue a finales de julio de 2018, el mes de la victoria del tabasqueño. La declaración fue ampliamente comentada en la prensa, mas el aludido la dejó pasar.
Es fácil adivinar las razones del descontento de Tatiana. Su padre padeció a Bartlett, secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid al que se le cayó, o tumbó –como ustedes gusten–, el sistema electoral de 1988.
Entre la elección que perdió el popular Maquío y el triunfo de López Obrador transcurrieron 30 años, pero los sentimientos de los Clouthier frente a Bartlett no menguaron: además de Tatiana, Manuel junior criticó el nombramiento del poblano al frente de la CFE.
Tres años después, Tatiana es secretaria de Economía y Bartlett es el mismo que hace décadas: abrasivo y desdeñoso de los críticos. Sin embargo, la primera tiene más poder y un asiento privilegiado para atestiguar, y acaso incidir, en lo que ocurra con la reforma eléctrica que pretende López Obrador e impulsa sin tiento el expriista.
En el plano institucional esta reforma le corresponde a Rocío Nahle, secretaria de Energía, pero todo mundo sabe que tiene la firma de Bartlett, quien ha llegado al extremo de decir que no indemnizarán por los contratos que eventualmente se cancelen si la contrarreforma constitucional recibe los votos de los priistas y pasa en el Congreso de la Unión.
De ahí que, formalmente, no es raro que Tatiana no haya sido protagónica en las tres semanas que han transcurrido desde que se reveló que la iniciativa había sido enviada al Legislativo.
Porque si en el plano institucional no le toca defender abiertamente la iniciativa, en el plano político la secretaria de Economía, y más si se apellida Clouthier, tiene mucho en juego.
Ella es una interlocutora natural y de rápido aprendizaje de las problemáticas de los empresarios. Todo lo anterior, claro está, en un sexenio en el que el Presidente da cotidianos descontones públicos a inversionistas nacionales y extranjeros.
Tatiana no está en un gobierno convencional, en el que las iniciativas se discutan puertas para adentro y se acepte la retroalimentación previo a socializarse. Ella, y cualquier otro de sus compañeros, se tienen que apañar con sus propios medios para enterarse de lo que está pasando y poder reaccionar.
A pesar de los desplantes de Bartlett, no es difícil prever que Tatiana ya se encuentra analizando y preparando los escenarios sobre cuánto de la eventual reforma podría machucar los tratados comerciales con otros países y cómo atajar –de darse– juicios internacionales. No sólo se trata de evaluar estrategias jurídicas, sino incluso costos de las mismas, pues no es cosa menor lo que podría caerle a México si Bartlett gana.
La secretaria de Economía lleva casi 10 meses en el puesto. En este tiempo se ha abocado tanto a la promoción del comercio exterior como a revisar regulaciones, fomento para distintos sectores productivos como a detectar oportunidades.
Pero la ley Bartlett no sólo impactaría la electricidad, sino incluso la minería, cosa que implica los terrenos de Tatiana.
Qué va a hacer Clouthier, porque no la hemos visto plantear vehementemente lo que opina de la iniciativa Bartlett, pero se sabe de su genuina vocación política, de su estima por el valor de los empresarios y de lo mucho que desconfía del poblano.
No la hemos visto plantear vehementemente lo que opina de la iniciativa Bartlett