Opinión

Salvador Camarena: Por qué no ganó Marcelo

Marcelo Ebrard. | Un grupo de morenistas ven al excanciller demasiado él. Nada igual a ellos | Fuente: Cuartoscuro

El triunfo de Marcelo Ebrard en la interna del oficialismo era imposible. La razón principal es que Morena buscaba en la pre precampaña a quien más se pareciera a Andrés Manuel López Obrador, y ese no es el excanciller. 

Le fallaron las cuentas al exjefe de Gobierno. El Presidente lo estimaba como colaborador, lo consideraba a nivel político, pero ni el tabasqueño y menos el grupo que le rodea pondría en sus manos el destino del movimiento y su futuro. Lo creen demasiado independiente, demasiado él. Nada igual a ellos.

La fase de la sucesión que ayer culminó fue para buscar al personaje más representativo del movimiento, a la síntesis de muchos años, a la persona con los galones para heredar el bastón de mando de la lucha de AMLO. No era una marcha para la renovación, es una apuesta por la esencia.

No buscaron un bombero, un negociador, un componedor. Porque no se ven en crisis; quizá pronto estarán en problemas, pero quién en la plenitud del poder piensa cómo será Morena cuando AMLO se vaya a su rancho. Hoy no sienten necesidad de alguien con puentes. Querían a gente muy de casa.

A Ebrard lo alcanzó la realidad. Agachó la cabeza ante tantas cosas en un disfuncional gabinete que cuando le pidieron que también en la sucesión lo hiciera, pretendió rebelarse. Vano intento por recuperar la fuerza hipotecada tiempo atrás. Quiso creer que todo sería parejo: de dónde pues iba a ser así.

Marcelo creyó que más es más, que un perfil menos pejista, menos ortodoxo, caminador junto a AMLO pero distinto a AMLO, sería una oferta ganadora: ir por recelosos votantes sin perder las fervientes simpatías de los que harán lo que se les pida en nombre del tabasqueño. 

Solo él vio eso como virtud. Los ultras que rodean al Presidente creen que en 2024 ganan de calle, sin apelar a ningún tránsfuga, sin extrañar a los decepcionados, sin mover una coma a la radicalización.  

Con infundada ilusión Marcelo apostó por una ola hecha de gente de afuera, por clases medias, por la ciudadanía que no quiere otros seis años del mismo sonsonete

El problema es que para entusiasmar a esos, incluidos los que ya se quemaron la lengua con AMLO, se requiere mostrar una fuerza que nunca desplegó, representar una amenaza real, creíble, al statu quo. 

¿Quién se iba a jugar el riesgo de sumarse a aquel que iba en contra del aparato lopezobradorista sin la mínima garantía de que al final en el movimiento iban a respetar a quien los desafiara, a quien se sumara a un hereje? Hay pocos con madera de mártir. 

Y para colmo, el arranque de su campaña fue desconcertante. A partir de ahí, de un inicio disruptivo, todo fue esperar que tan singular –es un decir– despegue hubiera tenido algún sentido: sin embargo, no cuajó. 

Nadie puede regatear a Ebrard que desde el oficialismo hubo una candidata que contó con enormes recursos que le hicieron aparecer en cientos de bardas en todo el país, a quien las multitudes se le materializaban con gran facilidad, a quien las fuerzas del partido se le entregaron. 

Pero eso ya era un hecho bastante tiempo antes de que arrancara la interna morenista. Marcelo, en un acto propio de su ilimitada confianza en su inteligencia y capacidades, quiso desafiar lo que era evidente: la competencia no sería pareja, las condiciones no eran propicias. 

No es que le ganaran a la mala. Decidió entrar a una campaña que estaba predestinada a la mala. Eso no es que le hayan engañado, es un acto de soberbia y hasta de ingenuidad –se prestó a legitimar una decisión tomada–.

Y ahora Marcelo anuncia que el lunes dirá qué hace. Quién sabe de dónde le vendrá a Ebrard esta vocación por la marginalidad. Quizá en seis años, si se dedica de aquí a 2030 a recorrer el país, pueda volver con posibilidades. Antes será tiempo de Claudia o de Xóchitl.

Salvador Camarena 07.05.2023 Última actualización 07 septiembre 2023 7:5

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