El exsecretario de Relaciones Exteriores José Antonio Meade tuvo la buena idea de lanzar un programa de intercambio estudiantil que, fundamentalmente, enviaría a jóvenes mexicanos a Estados Unidos a aprender inglés.
No hace falta resaltar lo pertinentes que son ese tipo de apoyos, en un país donde 97% de los egresados de secundaria no tienen el inglés que demanda el plan de estudios de la SEP (Mexicanos Primero, 2015).
Ese programa se presumió como un gran acuerdo bilateral en el marco de la visita de Barack Obama, de 2014. (Jorge Castañeda diseccionó el 15 de noviembre pasado lo que, tristemente, fue de ese programa una vez que salió Meade de la SRE).
Por eso, no entiendo que Meade ahora se haya pitorreado (en realidad haya intentado pitorrearse, porque es malísimo para los chistes) de que Ricardo Anaya habla inglés y francés.
En un mitin, y a propósito del spot donde Anaya farolea en esas dos lenguas, Meade dijo que el precandidato queretano debería aspirar no a la Presidencia, sino a convertirse en guía de turistas.
Con esa pedrada verbal, Meade hizo chuza: desprecia el valor de hablar inglés (¡?), y, de paso, su chistorete menosprecia a los guías de turistas. En el sexenio que modificaron el método para entrar al top ten de países más visitados, llevada al extremo la frase de Meade, implica que dedicarse a eso del turismo es como de segundones.
Total, ¿el no-priista quiere o no quiere que seamos potencia mundial, entre otras cosas, en turismo?
No entiendo a Meade. En otro mitin criticó a Andrés Manuel López Obrador, porque tardó 14 años en acabar la carrera. Pues en qué país creerá que vive. Y qué habrá pensado de Vicente Fox, que fue su jefe y quien se tituló en 1999, sólo 34 años después de haber dejado la Ibero.
De hecho, Meade tiene un caso de tardanza de titulación en su círculo más cercano. A su vocero Eduardo del Río, que le ha acompañado durante cinco años, le tomó harto tiempo titularse.
¿Que Eduardo no quiere ser presidente y Andrés Manuel sí? Hmmm, esa es una forma de verlo, la otra es que gracias a la confianza de Meade –seguro bien ganada– Del Río, con estudios de bachiller, ocupó el puesto de vocería en SRE y, sobre todo, en Hacienda.
Con el detalle que para ser director de comunicación de la SHCP, se requiere estar titulado. Y Eduardo no lo estaba cuando Pepe lo nombró en septiembre de 2016 (la respectiva declaración patrimonial así lo demuestra). En la primavera siguiente, Meade pasó a Del Río de vocero a secretario particular.
Algunas fuentes dicen que a finales de 2017 Eduardo por fin completó sus estudios. Pero, como vocero de Hacienda, en enero de ese año, firmó oficios como “licenciado”. ¿Ya tenía el título?
Difícil de saber, pues en febrero reportó, en otra declaración patrimonial, una “constancia” de haber completado licenciatura en Francia. En otra declaración patrimonial, la constancia es de Ceneval, pero en la página de profesiones aún no aparece su título.
La verdad no entiendo a Meade. No creo que Del Río sea menos ducho con o sin título, pero la normatividad ahí estaba y se la brincaron.
Y ahora resulta que se fija en cuánto tarda alguien en acabar, pues como que es de no entenderse. ¿Creerá que todos tenemos doctorado?
Por cierto, yo tardé una eternidad en titularme, 15 añitos, y de mi inglés mejor ni hablamos, porque si quisiera ser guía de turistas, seguro ese gremio encontraría mi dominio de ese idioma insolting an onaseptabol.