La tragedia del Metro del 3 de mayo tiene a tres jefes de Gobierno en la mira. Los peritajes definirán las responsabilidades de cada uno de ellos, pero todo eso será con respecto a lo que pasó en la Línea 12 desde tiempos de Marcelo Ebrard y hasta el atardecer del lunes de la semana pasada. Porque desde esa noche lo que sí está claro es que Claudia Sheinbaum no ha sabido lidiar con la crisis más importante de su administración.
La reacción inicial de la jefa de Gobierno fue la correcta. Acudió a la estación Olivos para conocer de primera mano el desastre por la caída de dos vagones en Tláhuac, un terrible espectáculo inédito en una ciudad acostumbrada a desgracias. Pero de ahí para acá, el manejo de la crisis ha estado marcado por los tropiezos de la administración local, a la que de paso en nada ha ayudado una actitud retadora, por no decir pendenciera, del Presidente de la República, que mandó “al carajo” el planteamiento de por qué no se apersonaba a atender a las víctimas.
A final de cuentas a quien la historia reclamará por este caso será a Sheinbaum. Tanto por lo que hizo con respecto al Metro desde que tomó posesión en diciembre de 2018 hasta por su manejo del percance, que no incidente, donde fallecieron 26 pasajeros.
De lo primero, del desempeño de la jefa de Gobierno como última responsable del sistema de transporte público más importante del país, ya había indicios preocupantes: desde choques hasta un incendio paralizador, con víctimas fatales. Y ahora tenemos lo acontecido en la Línea 12. Sobre esto último lo responsable es esperar el peritaje que nos dirá qué ocurrió en esa trabe, pero mientras eso llega, ¿cómo calificar sino como lamentable lo realizado por Sheinbaum desde el día 3?
En las jornadas transcurridas desde la caída del Metro hemos tenido:
- Denuncias de que ninguna autoridad acompañó con prontitud y eficacia a los familiares en las horas inmediatas al percance para localizar a sus seres queridos en el sitio del desastre o en los hospitales.
- Denuncias de que hubo heridos que no fueron atendidos propiamente porque no había equipo en los hospitales de la ciudad.
- Denuncias de que incluso a algún herido su familia se lo habría llevado a un hospital privado, con los prohibitivos costos que eso implica, para procurarle la atención adecuada.
- Nadie de alto nivel de su gobierno atiende pública y diligentemente a las víctimas.
- Igualmente cuestionable es el silencio, es decir la negativa a responder a la prensa cuestionamientos, de Florencia Serranía, directora –es un decir– del Metro.
- La negativa de Morena a que funcionarios comparezcan ante legisladores. Y a que se entregue información de la Línea 12.
En suma, Sheinbaum se ha parapetado en su zona de confort: apuesta a que los peritajes hablen y digan toda la verdad. Claro que procurar que se conozcan las causas del desastre también es su obligación. Pero contrario a lo que dice AMLO, atender con empatía, eficacia y generosidad desde el minuto uno a todas las víctimas de una tragedia donde, con o sin peritaje, el responsable resultará ser el gobierno capitalino, es lo mínimo que se puede esperar de las autoridades.
En vez de ello, regatean información y muestran distancia frente a las víctimas. Así no lograrán desactivar en nadie la certeza de que ésta era una tragedia anunciada, una que encima desnudó las incapacidades del gobierno capitalino no sólo para prevenir, sino para atender a quienes serán doblemente víctimas: de la negligencia y del desdén gubernamental.