El Partido Revolucionario Institucional creó la política como la conocemos en México. Es una cultura llena de anécdotas, desde históricas hasta trágicas; un know how sobre el poder que, desde luego, tuvo en la corrupción un ingrediente esencial.
De forma que los priistas, hay que tenerlo presente, son muchas cosas, pero no son novatos.
El Presidente de la República es producto de esa cultura. Y no lo niega. De hecho, lo suyo lo suyo frente al PRI es casi despecho. Andrés Manuel los trata como alguien que aún resiente lo que le hicieron varias veces.
Con varias veces quiero decir: lo que no le dejaron hacer sus paisanos cuando fue priista, cuando incluso los dirigió a nivel estatal en Tabasco, y lo que le hicieron cuando los dejó y lo machacaron con fraudes tan impúdicos que forman parte, en efecto, de la historia del PRI y de la política mexicana.
De ese partido, recordémoslo, se ha cantado demasiadas veces su muerte, su hora final. Y en sendas ocasiones el tricolor ha desmentido a quienes decretaron (amos) erróneamente su desaparición.
No deja de ser interesante que, quién lo diría, el PRI parece llamado a ser el partido que marque la segunda parte del sexenio de López Obrador.
El expriista en manos de sus viejos camaradas. Porque claro que AMLO ha puesto en un predicamento al tricolor al emplazarlos a definirse frente a la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica que pretende el gobierno. Pero si al Presidente no le sale la jugada de arrinconar a los priistas, los costos políticos podrían alcanzar también al mandatario. En agosto tuvimos una prueba de ello: en la permanente le recetaron una derrota al tabasqueño.
Cuando el PRI pide tiempo para sopesar lo que hará en el debate eléctrico, hay quien ve sólo tibieza o debilidad. Quizá debiéramos concederles maña, colmillo u oficio. ¿Se imaginan que le dijeran de inmediato no al Presidente? ¿Se imaginan que le dieran el sí a la primera? En ambos escenarios, estarían perdidos.
Al arrastrar los pies están haciendo lo que más saben: política. Es prematuro darlos por muertos, subestimarlos en cualquier sentido es erróneo.
Incluso posiciones enfrentadas en el seno del tricolor pudieran resultar benéficas para, si lo llegan a tener, el futuro del PRI.
Si desde el Senado los 13 legisladores priistas honran lo que ha manifestado ya la senadora Claudia Ruiz Massieu, que adelantó un rechazo a la polémica iniciativa, pondrán una presión a sus correligionarios de San Lázaro, cuyos liderazgos están identificados con el grupo que actualmente detenta el poder en Insurgentes Norte.
Otro elemento que jugará en contra de un sí incondicional vendrá de dos gobernadores. Alfredo del Mazo y Miguel Ángel Riquelme no tuvieron una mala jornada el 6 de junio. Y aunque los pueden apretar en el presupuesto para el año entrante, resulta difícil concebir que los mandatarios de Estado de México y Coahuila querrán sepultar las posibilidades de cosechar nuevos triunfos en sus no tan lejanas elecciones estatales (2023), entregándose sin más a lo que demanda López Obrador. Porque ahora pide la aprobación para la Comisión Federal de Electricidad, pero enseguida llegarían nuevas imposiciones desde Palacio Nacional.
La única desgracia del priismo es que está solo frente a esta disyuntiva en la que ha de emplear todo su bagaje político. El PAN es comandado por unos bisoños sin remedio, a pesar de que varios de ellos son todo menos jóvenes.
De forma que el PRI podría dar en las próximas semanas un recital de oficio político o, tampoco se descarta, de desvergonzada sumisión total.