Al tomar la curva que lo dirige a la segunda parte de su mandato, Andrés Manuel López Obrador ha decidido olvidarse de cualquier moderación. Acelerará el paso sin temor o precaución alguna.
El primer signo evidente de esta decisión presidencial es la aprobación del presupuesto para 2022. El fondo y la forma hablan por igual del endurecimiento del ocupante de Palacio.
En San Lázaro los diputados oficialistas no aceptaron ni una sola de las reservas planteadas por la oposición. Ni una de cientos. Quizá el número de las reservas solicitadas por los legisladores opositores era exagerado, pero ni una sola fue atendida. Se impuso el consabido ni una coma; ni un peso de modificación, para ser más puntuales. Eso en cuanto al fondo.
Sobre la forma es innecesario agregar mucho: hubo insultos más que debate. ¿Provocaciones de ambos lados? Sin duda, pero cuando la coalición que tiene la sartén por el mango insulta, habla de mucho más que de poder. Habla de su incontinencia para exhibirlo. Y habla de que saben que eso es lo que de ellos se espera: los excesos fueron no sólo tolerados por el líder de la bancada de Morena, sino justificados.
El remate de lo anterior ocurrió ayer, cuando AMLO recibió en Palacio Nacional a los diputados para agradecerles la aprobación acrítica del presupuesto. Ambas partes lucían radiantes. Ellos con quienes les manda, él con quienes le hacen los mandados.
Además, en ese episodio está inscrito otro de los mensajes del endurecimiento del Presidente. El mandatario ha redoblado la apuesta contra el Instituto Nacional Electoral. Le quitarán en términos redondos 5 mil millones de pesos del presupuesto que el INE solicitó para 2022, y le han hecho saber que con todo y ello debe sacar adelante en los términos de ley la revocación de mandato que el propio tabasqueño demanda. Por un lado les quita dinero, y por otro los arrincona.
Ayer Enrique Quintana explicaba en El guion de la campaña contra el INE cómo este caso puede acabar en la Suprema Corte, según lo ha expresado el propio consejero presidente Lorenzo Córdova.
Si así ocurre, podríamos llegar a un escenario más para que Andrés Manuel muestre el talante de poca apertura al disenso.
Una Corte que le diera la razón al INE en el tema del presupuesto, y que por tanto diga a los legisladores que reformulen el presupuesto a fin de que ese instituto tenga recursos para la revocación, agotaría las reservas de un Presidente que no quiere escuchar, menos que nunca, discursos sobre la autonomía de los organismos o la independencia de otros poderes.
Esa eventual resolución del máximo órgano constitucional llegaría luego de que el mes pasado el titular de la Corte y el titular del Ejecutivo chocaron por una resolución sobre la prisión preventiva oficiosa para delitos fiscales. Como se recuerda, AMLO acusó a los ministros de ponerse del lado de los delincuentes de cuello blanco, por, según él, impedir que los potentados vayan a la cárcel. El ministro Arturo Zaldívar, por su parte, respondió señalando que son los pobres quienes más padecen la prisión preventiva oficiosa.
Lo relevante, sin embargo, es que ese episodio contrasta con la cercanía que durante años ambos exhibieron, que fue de tal nivel que estuvo a punto de ampliar ilegalmente el mandato del segundo (cosa que ayer fue rechazada formalmente).
El tono de la coalición gobernante en la Cámara de Diputados y su decisión de encajonar al INE muestran que lejos de asumir una actitud dialogante o de construcción de acuerdos, el Presidente va a endurecerse.