Quien tenga dudas sobre la deriva que tomará el caso Ayotzinapa, luego de la renuncia de un fiscal, el pataleo mediático de la Sedena, y a unas cuantas horas de que el GIEI dé una rueda de prensa, debería recordar que para Andrés Manuel López Obrador todo hecho se reduce a un acto político.
La conmemoración del octavo aniversario de la tragedia de Iguala se dio de forma crispada, pues ocurrió días después de revelaciones periodísticas que envían la señal de que el gobierno federal recula en su compromiso de hacer justicia a los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. ¿Es eso lo que está pasando?
Una de las causas de esa crispación se debe al modelo comunicacional de AMLO. En términos generales su administración no ve en los medios de comunicación a unos aliados. De ahí que informes como el dado a conocer en agosto por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos y cabeza de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa, no son cabildeados (y explicados) profusamente en la prensa a fin de ganar para el gobierno el spin deseado.
En vez de ello, el Presidente maniobra desde la mañanera para controlar en todo tiempo la narrativa sobre hechos novedosos o contradictorios con la llamada verdad histórica. Esa es la parte pública de la politización de AMLO del caso Ayotzinapa.
Desde Palacio él emprende directamente la defensa de lo que es, y lo que no es, el informe de este gobierno que desmonta lo que quedaba de la verdad histórica, socavada no sólo por la desconfianza de los padres de los estudiantes, sino por el trabajo, meticuloso, profesional y dilatado, del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
Pero si eso es lo que ocurre en público, puertas adentro de Palacio se da la otra maniobra presidencial. Si alguien pensó que porque se designó a una fiscalía independiente, dentro de la fiscalía general supuestamente autónoma, Andrés Manuel iba a ceder el control del caso a abogados o a fiscales, e incluso a Encinas, es que ese alguien ha olvidado quién es y cómo procede López Obrador.
El lunes mismo el Presidente reiteró en la mañanera su papel: "Estoy atendiendo (el caso) de manera personal y le pedí a la fiscalía y le pedí al presidente de la Corte que se atendiera como un asunto de Estado, y que fiscalía, Poder Judicial y el Poder Ejecutivo nos aplicáramos".
Omar Gómez Trejo presentó su renuncia como titular de la Unidad Especializada para Investigar y Litigar el Caso Ayotzinapa cuando se dio cuenta de que el compromiso de AMLO de hacer justicia no incluía que el tabasqueño quede sin control, al punto de que ha sido el propio mandatario quien ha explicado por qué, contra lo que quería el fiscal especial Gómez Trejo, se canceló la solicitud de una veintena de órdenes de aprehensión.
López Obrador asumió un compromiso con los padres de los estudiantes de Ayotzinapa, pero es un compromiso político, antes que judicial.
Como hombre de poder, administrará en este caso la justicia para tratar de dar la mejor rentabilidad para su movimiento. AMLO no es el abogado de los padres, es el gobernante que pretende el reconocimiento de haber cumplido un compromiso, pero siempre cuidando lograr los máximos rendimientos a los menores costos.
Lo anterior no implica que se burle de los padres. Para nada. Pero tampoco que dejará, así como así, correr a la fiscalía para que aprese a una veintena de militares.
Por eso hoy, cuando el GIEI dé a conocer una postura sobre el informe de Encinas y, suponemos, sobre las implicaciones judiciales del mismo (dando o no razón a las pesquisas que pretendía Gómez Trejo y no le fueron permitidas por AMLO), lo que seguirá será la nueva operación de Palacio Nacional de adecuar a su favor cualquier cosa que digan los expertos.
López Obrador sabe que pocas cosas podrían descarrilar su capacidad de maniobra. Una de ellas, quizá, la renuncia de Encinas. Pero éste no va a bajarse del movimiento del Presidente, dado que desde tiempo atrás ha demostrado ser el más leal de los disidentes internos del lopezobradorismo.
Y tan se ve lejos de una crisis o de un problema por como lleva el caso, que AMLO hasta mandó el martes en la mañanera el siguiente mensaje: “Que no estén pensando nuestros adversarios conservadores, los corruptos, los que ordenaron este crimen, los que encubrieron a los responsables, los seudodefensores de derechos humanos, que en realidad son partidarios del conservadurismo, que no estén pensando de que van a descarrilar la investigación. Vamos a seguir adelante, sin limitaciones, sin presiones”.
El acto político de cierta justicia para los 43 de Ayotzinapa está a la vista.