Opinión

Raymundo Riva Palacio: Marcha para atrás

El primer priista. | El presidente de México será clave para decidir quién será el candidato del PRI en 2018 | Fuente: Cuartoscuro

Sorprendentes, por decir lo menos, fueron las declaraciones que hizo el candidato ganador en las elecciones para gobernador en el Estado de México, Alfredo del Mazo, a El Universal este lunes. 

Sus afirmaciones incluían juicios como “logramos recuperar el ánimo del partido”, “se comenzó a recuperar la confianza” y, lo más notorio, que el mensaje de las urnas el 4 de junio fue de “fortaleza” del PRI frente a las elecciones presidenciales de 2018. 

Del Mazo añadió que ganaron con una diferencia de más de 168 mil votos, que es casi 3% de la votación. Para el virtual gobernador electo, el PRI se vio sólido.

Cómo llegó a esas conclusiones, no se sabe, y en la entrevista tampoco explica la contradicción entre sus dichos y los números absolutos de la elección.

El PRI tuvo alrededor de 56 mil votos menos que su adversaria Delfina Gómez, la candidata de Morena, y la victoria es atribuible a los partidos coaligados al PRI, el Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social, que aportaron unos 125 mil votos que le dieron la ventaja por casi 3%. 

Sin alianza, Del Mazo habría perdido la elección. 

En términos de fuerza tricolor, tuvo un millón de votos menos que los obtenidos hace seis años por el gobernador Eruviel Ávila, y debido a que el PRD no fue en alianza con Morena, evitó una paliza de 2 a 1. 

Las cuentas no reflejan nada más que el diagnóstico triunfalista dentro de la cúpula de poder priista en cuanto a sus alcances y posibilidades para 2018.

El ánimo contagia al grupo en el poder. 

El domingo de la elección, el presidente Enrique Peña Nieto convocó a todo su gabinete y a los líderes parlamentarios para que lo acompañaran en el seguimiento de los resultados, que al comenzar la noche no pintaban bien y había malestar y algunos gritos, pero que se fue componiendo después de darse el conteo rápido, que cambió el humor. 

Peña Nieto, como se reportó en este espacio la semana pasada, pedía que la arrogancia no los afectara, sugiriendo que habría que estudiar con detalle lo que había pasado para ajustar lo necesario en la ruta de las elecciones presidenciales del año próximo. 

Las primeras señales, una semana después, no las dio Del Mazo, aunque él ha sido quien las ha socializado. 

La señal sobre cómo terminó el análisis de lo que sucedió el 4 de junio en Los Pinos, es un cambio de dirección a lo que al mediodía del lunes 15 de mayo sucedió en la casa presidencial.

Ese día el presidente Peña Nieto convocó a los líderes de las bancadas en la Cámara de Diputados, César Camacho, y el Senado, Emilio Gamboa, para que discutieran con su equipo la posibilidad de una reforma que permitiera la segunda vuelta en la elección presidencial. 

No se podría hacer en un periodo extraordinario, particularmente en el Congreso, donde Camacho explicó las dificultades que habría para sacarlo adelante. Se propusieron dos rutas para alcanzar eso. 

Sembrar en la prensa un atajo legislativo para poder llevarlo a cabo dentro de los tiempos que marca la ley –toda reforma tendría que ser propuesta 90 días antes de que inicie oficialmente el periodo electoral–, y una negociación secreta con el PAN.

El presidente le pidió al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, su mejor constructor de acuerdos, hablar con el líder nacional del PAN, Ricardo Anaya, y plantearle esa posibilidad. 

La apertura del presidente Peña Nieto era extraordinaria, pues de manera sistemática, desde que era gobernador del Estado de México, se había opuesto a discutir siquiera la segunda vuelta. La idea prevaleciente era que esa fórmula perjudicaría al PRI, aunque en realidad todo indicaba lo contrario.

Una encuesta que realizó la empresa Buendía&Laredo luego de que el entonces presidente Felipe Calderón propusiera la segunda vuelta electoral, mostró que el partido al que más le beneficiaría la fórmula sería al PRI, que obtendría 5 puntos porcentuales de quienes apoyaron en una primera vuelta al PRD, al Verde o al PT, contra sólo 2 que alcanzaría el PAN. 

El escenario planteado en el estudio demoscópico subrayaba una polarización entre el PAN y la coalición de izquierda de Andrés Manuel López Obrador, con beneficios directos para el PRI.

Aún con esos datos, Peña Nieto tenía una visión más conservadora, que fue cambiando este año y abriéndose a opciones para 2018, aparentemente ante la posibilidad de que al PRI no le fuera bien en el Estado de México y se tuviera que optar por una alianza con el PAN para 2018, para contener a López Obrador y Morena. 

Por ello surgió la convocatoria del 15 de mayo y el encuentro entre Videgaray y Anaya. Como consecuencia de esa conversación, el PAN pidió a finales de ese mes “sacar de la congeladora” la iniciativa ciudadana sobre la segunda vuelta electoral, que se había presentado en 2014, para que pudiera aplicarse en las elecciones presidenciales de 2018.

No se avanzó más en esa iniciativa por las dificultades expresadas por los coordinadores parlamentarios del PRI para procesarla durante un periodo extraordinario. Con ello se perdió probablemente una oportunidad histórica. 

En Los Pinos se enfrió la idea y Peña Nieto volvió a sus posiciones ortodoxas. 

Las declaraciones de Del Mazo son una indicación de ello. 

El PRI no necesita cambios en la ley, es la racional, porque podrá con quien se le ponga enfrente el próximo año. Al menos, es lo que hoy están diciendo. Anaya, en cambio, sigue en lo acordado con Videgaray.

Raymundo Riva Palacio 14.28.2017 Última actualización 14 junio 2017 8:28

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