China ha estado zumbando en los oídos de Estados Unidos desde hace tiempo por su penetración en México. En los dos primeros años del gobierno del presidente Joe Biden fueron las presiones para convencer, sin éxito, al presidente Andrés Manuel López Obrador de suscribir la Clean Network (Red Limpia), para cortar la dominancia de la tecnología 5G china, que en México la utilizan mayormente las empresas de Carlos Slim. Aquello, inscrito en el ámbito de la lucha por el liderazgo en el nuevo orden mundial, está congelado, pero otro tema donde están vinculados los chinos a México no está pasando desapercibido: su control sobre el fentanilo.
Van poco más de tres semanas de audiencias en el Capitolio donde el tema del fentanilo y México es recurrente. No es uno que México desconozca, y desde 2019 la Unidad de Inteligencia Financiera había alertado que la organización criminal de la familia Zheng, que comenzó a tejer sus redes en 2013, era la responsable del tráfico de fentanilo y sus precursores de China a México, y operaba en los estados del Pacífico asociados con dos cárteles rivales, el del Pacífico y el Jalisco Nueva Generación. La preocupación en Washington es porque el fentanilo está matando a miles de estadounidenses y consideran que López Obrador hace poco para controlarlo.
Un reciente memorando del Subcomité de Seguridad Nacional del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, subrayó la mortalidad del fentanilo: un gramo es capaz de provocar la muerte de 500 personas; 2 miligramos, que son alrededor de 15 granos de sal, se consideran letales. Al mismo tiempo es altamente rentable. Según la DEA, producir una píldora de fentanilo cuesta aproximadamente 13 centavos de dólar, pero venderse en las calles de Estados Unidos por cuando menos 10 dólares. Los cárteles mexicanos, para generar mayores utilidades, cortan el fentanilo al mezclarlo con pastillas falsas de medicinas como Oxycontin, que ayuda con los dolores, y Xanax, utilizado para tratar la ansiedad.
El énfasis sobre México, detonado por los más de 100 mil estadounidenses que murieron el año pasado por el fentanilo, es que el problema se profundizó a partir de 2019, cuando luego de que el Servicio Postal de esa nación endureció sus controles y supervisión, los productores chinos cambiaron su método de envío por correo, al trasiego por México, adaptando sus nuevas estrategias y modelos de negocios produciendo sólo los precursores y encargando a los cárteles mexicanos su producción final en los superlaboratorios, equipados con maquinaria y equipo que importaron de China.
En una reciente audiencia en el Subcomité de Seguridad Nacional, Celina Realuyo, profesora de Asuntos Internacionales de la Universidad George Washington y experta en las cadenas ilegales de las organizaciones criminales trasnacionales, dijo que durante la pandemia del Covid-19 el abuso y tráfico del fentanilo explotó en Estados Unidos –y en otros países latinoamericanos– ante la disrupción de la cadena de suministros de medicinas, como la morfina, y la porosidad de la frontera con México. La pandemia produjo otra externalidad. La capital mundial del fentanilo, recordó, es Wuhan, donde comenzó la emergencia sanitaria por el Covid-19, cuyo confinamiento draconiano para tratar de contener la enfermedad provocó que, al frenarse la producción y distribución del opiáceo desde esa ciudad, se detonara una reacción en cadena que impulsó la producción ilegal del fentanilo y las metanfetaminas en México.
La enfermedad alteró y reforzó la conexión criminal entre México y China, que había empezado a llamar la atención de manera preponderante desde 2018, cuando un ciudadano chino que vivía en Estados Unidos, Gan Xianbing, fue detenido en el aeropuerto de Los Ángeles, procedente de Hong Kong y antes de tomar un vuelo a la Ciudad de México, señalado como lavador de dinero del Cártel del Pacífico en Chicago. Gan fue sentenciado a 14 años de prisión, tras haber lavado al menos 25 millones de dólares para criminales latinoamericanos.
Realuyo explicó que hay muchos intermediarios chinos que tienen negocios legítimos y que los usan como cobertura para lavado de dinero –como fue el caso de Zhenli Ye Gon, lavador de Joaquín el Chapo Guzmán–, utilizando métodos como la aplicación de WeChat, que es un sistema chino similar al WhatsApp, o un masivo sistema de correos humanos –estudiantes, meseros y taxistas– que interactuaban con criminales, como con Xizhi Li, que confesó en 2021 ante un juez estadounidense haber lavado más de 30 millones de dólares para el Cártel del Pacífico. También han utilizado Western Union, PayPal e, incluso, realizan operaciones con criptomonedas.
Tras las detenciones de chinos de alto impacto, la principal conexión criminal entre China y México, como lo estableció la UIF en 2019, es con el Cártel de Los Zheng, que “opera a través de múltiples compañías fantasma que parecen ofrecer servicios legítimos como laboratorios químicos, veterinarias, computadoras y ventas al menudeo”, dijo Realuyo. “Los Zheng pueden importar fácilmente bienes de China y han cultivado amplias relaciones en ambos lados de la frontera México-Estados Unidos, así como con los cárteles de Sinaloa y Jalisco”. Esta organización criminal tiene su base en Shanghái, y la encabezan Fujing Zheng y su padre, Guanghua Zheng, que promueven el fentanilo y drogas sintéticas en sitios de internet multilingües. Los Zheng no sólo operan en México, sino en al menos 25 países, a donde exportan 250 diferentes drogas.
La forma como está apareciendo recurrentemente la relación criminal entre grupos chinos y mexicanos a partir del tráfico ilegal del fentanilo se inscribe en la lucha creciente entre Estados Unidos y China por la supremacía mundial. Los estadounidenses están convencidos de que el tráfico ilegal de fentanilo y sus precursores está siendo impulsado por el gobierno del presidente Jin Xiping, cuyo sistema financiero se considera como el que más dinero lava en el mundo.
El contexto geoestratégico ayuda a entender las cada vez mayores presiones sobre México y el presidente López Obrador, que no parece entender que está metido en medio de una lucha de superpotencias. Pero hay algo que debe comprender: no es tiempo para frivolidades.