Apenas estábamos por empezar las fiestas patrias cuando nos enteramos de una noticia tan dolorosa como indignante. La morgue de la Zona Metropolitana de Guadalajara había rebasado su capacidad de almacenamiento, por lo que cierto burócrata decidió subir a la caja de un camión frigorífico los cadáveres que no habían encontrado su lugar en las criptas de las instalaciones. Así, inició el peregrinaje de los cuerpos de personas que no han sido aún identificadas.
Al principio se estimaba que eran 157 cuerpos, aunque con los días la Fiscalía dio versiones que indicaban que se trataba de entre 80 y 100. Las autoridades no fueron buenas ni para dar una cifra exacta, solo estimaciones, contradicciones y fallas en cada uno de los protocolos establecidos en la materia.
Los cuerpos fueron transportados en la caja de un tráiler, como si se tratara de una mercancía. Así, sin las normas mínimas que exige el transporte de restos humanos, este camión estuvo de municipio en municipio, de bodegas a terrenos baldíos.
La explicación que ahora brindan las autoridades es que estaba saturado el lugar designado para el almacenamiento de los restos humanos en las instalaciones del Servicio Médico Forense (Semefo). Las criptas ya no alcanzan para la emergencia que se vive en el estado.
Las fosas clandestinas se encuentran por todos lados y los enfrentamientos entre grupos criminales van en aumento. Jalisco está viviendo sus años más sangrientos. Según las cifras de la Fiscalía del estado el año 2017 se registraron 1,369 homicidios y en 2018 se contabilizan cerca de 900.
El escenario de violencia creciente ha desbordado a las autoridades y las víctimas han dejado constancia. A través de un activismo constante, las organizaciones y colectivos han denunciado la incapacidad de las autoridades. Sobre este caso en particular, el colectivo de familiares de personas desaparecidas, Por amor a ellxs, ha declarado que “resulta espeluznante saber que la cantidad de cuerpos no identificados son tantos que no caben en el Semefo, e indignante constatar que la voluntad del Estado no alcanza para darles un trato digno, para identificarlos y regresarlos a sus familias.”
Este hecho obtuvo notoriedad debido a la gran indignación que significó ubicar los restos en una bodega de una zona comercial y habitacional del municipio de Tlaquepaque. Pero es posible que tengamos más casos allá afuera.
El escenario no es alentador para quien busca a sus familiares desaparecidos. ¿Qué tan comunes son estas morgues itinerantes sin protocolos para la identificación de los cuerpos? No lo podemos saber, pero es aterrador pensar que hay miles de familias allá afuera recorriendo cada palmo de cerro con tal de encontrar a sus seres amados, mientras que sus cuerpos podrían encontrarse en poder de las autoridades.
Por eso, es fundamental hacer eco a las tres exigencias que hace Por amor a ellxs: hacer pública información sobre los cadáveres o restos de personas no identificadas y no reclamadas, tanto información forense como del lugar de su hallazgo o cualquier otra que pueda ayudar a su identificación; recabar muestras e ingresar esta información al Registro Nacional de Personas Fallecidas No identificadas; y aportar información del número de personas reportadas como desaparecidas, de personas localizadas, con vida y sin vida, y de localización e identificación de restos humanos para abonar a los objetivos del Programa Nacional de Búsqueda.
Este penoso capítulo de negligencia gubernamental nos debe permitir abrir los ojos sobre la desgarradora realidad de miles de familias en nuestro país, para exigir junto con ellas, para buscar la pacificación cuanto antes. Este es un recordatorio más para dejar de ser un territorio lleno de fosas clandestinas, de cuerpos sin memoria, de madres que buscan a sus hijos y de morgues itinerantes.