Ver las fotografías de hace apenas unos meses desempolva las emociones. Podemos evocar con anhelo esos días que salíamos a bailar, caminar o a hablar con los amigos sin tanto protocolo o precauciones. Vernos en el pasado hace que nos demos cuenta que no cargábamos con un gel antibacterial ni cubrebocas a todas partes o que la vida transitaba sin miedo a contagiar o ser contagiados de una enfermedad letal. Se nos había olvidado el tiempo en que la humanidad le temía a otros seres vivos.
Ahora vivimos en la contradicción: cuidamos a quien queremos guardando distancia y la mejor manera de mostrar cariño es posponer esos abrazos hasta que todo esto haya pasado.
La pérdida también nos ha acompañado durante estos meses. Hay familias que hoy lloran a un ser amado, el duelo más desgarrador que podríamos imaginar. En otro sentido también hay pérdidas que la mayoría hemos sufrido, menores en su relevancia pero muy reales en su afectación: un negocio que cierra sus puertas, días de aprendizaje dentro de un aula, un paseo fuera de casa o una esperada visita que no vendrá. Añoramos esa vida antes de esta vida.
Se podrían enunciar miles de aspectos que la pandemia ha modificado y que son parte de nuestra vida cotidiana: cómo nos transportamos, nuestros hábitos de limpieza o nuestras interacciones con otros, por mencionar algunos. Uno de esos cambios (y que a veces en este recuento solemos omitir) es la manera en la que percibimos ciertos procesos o actores sociales que por años hemos dado por sentados y que la pandemia vino a reescribir.
En esta emergencia sanitaria nos dimos cuenta de la importancia central en nuestras vidas que juega el personal médico y, por lo tanto, lo relevante que es que tengan las condiciones laborales y de equipo necesarias para su labor. Que no se escatimen recursos para el sector salud y que bajo el discurso de austeridad no se termine por desmantelar las capacidades del Estado, sino se opte por fortalecerlas. En suma, nos dimos cuenta que es urgente garantizar que los servicios públicos sean excelentes.
Desde el ámbito laboral también hemos presenciado cambios. Por ejemplo, hemos visto más clara la necesidad de regular las plataformas virtuales de reparto de comida para que sus trabajadores tengan un salario y una jornada dignos. También se volvió más evidente que los trabajos de cuidados deben ser reconocidos y bien remunerados, o que existen muchos empleos que podrían realizarse desde casa, sin la necesidad de hacer largos trayectos diariamente.
Esta época también nos hizo más conscientes de la importancia de la salud emocional y mental, de la relevancia de acompañarnos de profesionales en la atención psicológica o psiquiátrica y de darnos la oportunidad de pedir ayuda. ¿Será este un primer paso para que demandemos que el Estado tenga un papel más activo e integral en esta materia?
Con la pandemia también vinieron las solicitudes de rescate. Las arcas públicas vacías nos dejaron en claro que el país requiere una reforma para recaudar de manera más efectiva y progresiva, sin condonaciones fiscales a los más poderosos. Sin estos cambios los presupuestos no alcanzarán para hacer frente a esta emergencia ni los retos que deberemos afrontar en los próximos años.
La lista sigue con temas urgentes en los que la sociedad civil ha insistido por años, agendas que los meses recientes hicieron evidente su retraso, como las estrategias efectivas para detener la violencia en el hogar, construir aptitudes de docentes y estudiantes para poder acceder a la educación a distancia, el muy necesario acompañamiento de las personas mayores, la generación de programas gubernamentales para rescatar a las micro y pequeñas empresas o el impulso de una renta básica universal. Cada día vamos cayendo en cuenta de nuevos horizontes por modificar.
Nuestra mirada está cambiando y con ella la humanidad. México no está exento de esta ola que cuestiona la normalidad del pasado. En los próximos meses y años se abrirá el debate a tópicos tan diversos como reformas fiscales y laborales, innovación, patentes, trabajos de cuidado, presupuestos de salud, teletrabajo y educación a distancia y nuestra relación con el medio ambiente.
Estas discusiones podrían sacudir buena parte de ese mundo que no ha funcionado, de ese modelo que oprimió y excluyó a millones y que devastó al ecosistema. Este es un momento fundamental para el cambio, tanto en nuestro país como en el planeta. Que los aprendizajes de la pandemia no acaben con la cuarentena y nos lleven a hacer crear un nuevo entorno.