¿Han visto arder un bosque en la noche? Frente a un incendio la vida toma otras proporciones. Estoy convencido de que el ser humano tiene grabado en su código genético una suerte de asombro y terror ante dicho fenómeno. El cielo se vuelve un espejo de la tierra incandescente y el humo; la fauna huye y el concierto de crujidos de toneladas de madera en combustión se impone, haciéndose audible a varios kilómetros. Dependiendo de la cercanía con el fuego, la temperatura aumenta más, el aire se vuelve una molestia para la garganta, hasta que eventualmente te tira al piso para que puedas respirar. Frente a ti, una avalancha de miles de grados, los instintos te urgen a huir. No te vas. Contemplas unos minutos, maravillado y aterrorizado al mismo tiempo.
Algo muy similar me sucede con las elecciones. Este instinto convertido en tedio e interés al mismo tiempo, estas ganas de huir y al mismo tiempo de alimentar el debate, esta magma que viene hacia nosotros sin remedio alguno y que nos tocará padecer durante varios meses.
Ahí viene el 2018, a la vuelta de la esquina. Las fuerzas políticas acomodan sus tanques para la batalla que darán en estos meses. Los cuchillos empezaron a afilarse desde el cómputo que le dio la victoria a Peña. Ahora esas armas son empuñadas con ánimo belicoso un día sí y el otro también. Como si la democracia fuera un campo de guerra.
Conforme se acerca la fecha fatal, los encontronazos entre los aspirantes suceden con mayor frecuencia y beligerancia. Las chispas han hecho brasas y el bosque entero se consume con guerra sucia, información falsa y el derroche de infamias y denostaciones. Que se hagan las apuestas, que se corran los rumores, que vengan las preguntas ¿Se logrará conformar el famoso Frente Amplio? ¿Quién encabezará en Ciudad de México a Morena? ¿Podremos esperar algún cambio de la próxima asamblea del PRI? ¿Habrá alguna candidatura independiente que logre las firmas para la presidencia?
Con el ir y venir de los días nos hartamos de las intrigas, complots, tramas y giros de tuerca de esta triste novela que se llama elección presidencial. Ya nadie cambia de parecer, en ese momento todos lucen iguales, nos gana la apatía: las campañas están pensadas en construir defectos al adversario, más que en impulsar las ideas propias.
Ver el fuego a cierta distancia puede dar ventaja para preparar los cortafuegos, pedir manos para combatirlo y trazar una estrategia que devenga en la supervivencia. Por eso es importante pensar qué papel queremos jugar en las próximas elecciones. Este es un buen momento para trazar objetivos.
Por ejemplo, ¿Qué tal si nos organizarnos para hacer una agenda de necesidades para nuestro municipio para acabar con la inseguridad? ¿O qué opinarías de ponerte las pilas para armar con tus amistades grupos de estudio de las propuestas de las candidaturas? ¿Qué si comprometemos a las candidaturas con decirnos quiénes estarán en sus gabinetes o con agendas concretas como avanzar en el Sistema Nacional Anticorrupción, impulsar #SinVotoNoHayDinero o desarrollar un plan contra la pobreza y desigualdad?
A veces no nos damos cuenta de esta mayoría social que quiere paz, dicha, igualdad y ley para todos. A veces pensamos que somos menos quienes padecemos de la crisis actual. Pero esto no es cierto, pues desde nuestro espacio podemos prevenir aquel incendio, llenar el bosque de propuestas como flores, e ideas como caudales de agua clara. No hay fuego que le gane a la vida de nuestras ideas. No hay humareda que se levante en un campo vivo.