Los últimos meses la discusión pública se ha enfocado en la administración federal entrante. Hay quien argumenta que esto se debe por el volumen de recursos públicos que ejercerá dicho orden de gobierno, con los cuales se tiene la capacidad de cambiar la vida de millones de personas; hay quien dice que se debe al fenómeno mediático que goza la popularidad de Andrés Manuel López Obrador y hay quien sostiene que la atención se debe a la ruptura de inercia de las administraciones pasadas, la promesa de cambio que trae consigo la posibilidad de una luz al final del túnel.
Este monopolio temático nos ha llevado a dejar en el olvido al poder legislativo, y muy particularmente al estatal. Ese que no ejerce las carteras de secretarías, aunque sí las determina; que no es popular y más bien es poco conocido e infame; y claro, un espacio que por años parece que no ha querido cambiar las lógicas del pasado.
El congreso local es un lugar olvidado por la mayoría de la población. Esto se debe a las actuaciones grises de sus protagonistas, a la corrupción que impera en algunos, su alejamiento con la sociedad y su poco interés en difundir sus actos. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que estas representaciones dictan las leyes que rigen estados enteros y que son los guardianes de los presupuestos de sus entidades.
Por eso es más que pertinente exigirle más a estas asambleas. Precisamente con ese objetivo, ayer el Instituto Mexicano para la Competitividad, IMCO, presentó el “Informe Legislativo 2018”; de consulta en línea dentro de su sitio web. Un trabajo diligente, pertinente y sumamente ilustrativo de la manera en que trabaja uno de los poderes menos populares de nuestro país: el legislativo local. Dicho informe presenta información valiosa sobre el actuar administrativo, financiero y profesional de estos congresos. A través de 800 solicitudes de transparencia, logró construir una base de datos que refleja el dispendio, la discrecionalidad y la falta de profesionalización con la cual trabajan la mayoría de las legislaturas. Por ello se dieron a la tarea de analizar las principales problemáticas y sugerir algunos cambios para estos espacios.
Entre los problemas que señala el informe se encuentra la falta de personal competente para realizar el trabajo dentro del poder legislativo. Por ejemplo, durante el 2017 ningún congreso local publicó convocatorias para ocupar puesto alguno. Esto no significa que no hubo contrataciones durante el año, sino que los puestos fueron asignados con criterios que no son públicos. Por ello el IMCO señala que es fundamental poner en marcha el servicio profesional de carrera, el cual es reconocido en casi todas las entidades pero solo se utiliza en cuatro estados de la República.
También remarca la falta común de disciplina en el gasto de las administraciones estatales. O dicho de otra manera, que presupuestan un tope y gastan mucho más que eso, sin consecuencias, sin problema alguno. Por ello el informe sugiere normativas contra estas prácticas y la creación de un consejo fiscal autónomo en cada legislatura: uno que ponga, que invite a profesionales libres de las presiones políticas para construir diagnósticos y presupuestos alejados de la vorágine electoral.
Finalmente, el IMCO menciona como un foco rojo el rubro llamado “Gestión social”, pues dicho apartado representa una usurpación de funciones a los gobiernos estatales y, generalmente, esta etiqueta se ha utilizado para dádivas y regalos con el objetivo de afianzar a sus clientelas para mejorar su imagen pública. Este rubro no es evaluado, no tiene criterios objetivos ni tampoco beneficiarios concretos. Por ello el informe señala que esos recursos tendrían que irse a los programas de desarrollo social estatales, donde deben cumplir criterios para ser entregados y su impacto se evalúa.
Sin duda, estamos frente a un esfuerzo de gran escala para lograr que los congresos locales funcionen de mejor manera. Quienes somos testigos de su funcionamiento debemos pugnar para que estos cambios sean una realidad y logremos el objetivo: que los congresos dejen de ser el botín de unos pocos.