A propósito del día del maestro, me gustaría compartir algunos datos sobre las condiciones laborales de las y los docentes en México. Según cifras del Inegi, en el país hay más de 2 millones de maestros y maestras, que imparten clases desde nivel preescolar hasta la formación universitaria. Para dimensionar esta cantidad, pensemos que 1 de cada 30 personas que trabajan en México, se dedica a la docencia.
Aunque 2 millones es una cifra que puede parecer enorme, no lo es tanto con respecto a la población estudiantil a la que deben de atender. Según cifras de la OCDE, los docentes en México tienen un promedio de 27 alumnos en educación secundaria y de 24.3 en educación primaria, las proporciones más elevadas de entre los países miembros de este organismo —aunque, cabe destacar, estas cifras son sólo promedios y bien puede haber grupos de 60 o 70 alumnos. Sin duda, enseñar estando al frente de un aula tan grande implica un desgaste físico y emocional importante para los docentes.
Además, los profesores no sólo están ahí para garantizar el aprendizaje de sus alumnos; muchas veces, también cuidan de sus estudiantes, tal como si fueran una parte de sus familias. Sobre este punto, es necesario reconocer la labor de las maestras, ya que el trabajo de cuidados que ejercen es doble: primero, en la escuela con sus estudiantes, pero también en sus hogares, que la mayoría de las veces recae en las mujeres. Sumado a todo lo anterior, los maestros del país tienen frente a sí retos enormes y nunca antes vistos, como el corregir la pérdida de aprendizajes que implicó la pandemia de Covid-19: según datos del CEEY, la pérdida educativa en algunos estados del país fue hasta de dos ciclos escolares.
Como vemos, la exigencia hacia los docentes en el país es gigante, por lo que tienen que recibir un pago justo. Esta semana se anunció que habría un incremento del 8.2 por ciento para los maestros de todo el país, un aumento que se suma a los de 2021 y 2022. Con los salarios actualizados, los profesores del país no podrán ganar menos de 16 mil pesos mensuales, equivalentes al salario promedio de los trabajadores formales. Esta medida es justa, porque con ella los salarios de los profesores se acercan al nivel tan grande de su esfuerzo cotidiano. Esta es incluso una medida que ayuda a disminuir la desigualdad de género, las docentes llegan a representar a 7 de cada 10 trabajadores de la educación en el nivel básico.
Aunque este es un buen primer paso, también hay que ver que tiene algunas limitantes. Tal vez la más evidente de todas, tiene que ver con que esta medida sólo tendrá un impacto directo sobre el salario de las y los profesores de educación pública a nivel básico. Es decir, las personas trabajadoras de la educación de, por ejemplo, las preparatorias de los sistemas de las universidades estatales, o a los profesores en escuelas privadas, no recibirán estos beneficios. Aunque este ajuste ya no le corresponde al gobierno federal, sería bueno saber qué tienen que decir al respecto instituciones como éstas.
Además del salarial, hay muchos otros frentes en donde se puede incidir para mejorar las condiciones laborales de los maestros de nuestro país. Por ejemplo: mejorar las condiciones materiales de los planteles —según datos oficiales, apenas 3 de cada 10 escuelas primarias en el país cuentan con una biblioteca—, cubrir todas las plazas vacantes para el puesto de docentes para aligerar la carga laboral actual de las y los maestros; o instrumentar políticas para garantizar a los docentes el acceso a servicios de salud, incluyendo la mental.
Quienes eligen estudiar una carrera para convertirse en maestros tienen una profunda vocación por enseñar; sin embargo, a pesar de la plenitud que puede traer a quienes la ejercen, puede ser un trabajo duro. Mejorar las condiciones laborales de los profesores es reconocer que ejercen un trabajo valioso y del que todos nos beneficiamos. Es un reflejo del valor que como sociedad le damos a la enseñanza y al cuidado.