En una entrevista con Reforma (publicada ayer) el candidato López Obrador menciona, a pregunta expresa, a siete empresarios que a su juicio son honestos, que le gustan. Ahí están los dueños de las tres grandes televisoras del país: Ricardo Salinas Pliego, Emilio Azcárraga Jean y Olegario Vázquez Aldir.
Conozco y he tenido el orgullo de trabajar para dos de los tres mencionados y me da gusto coincidir en algo con AMLO, pero sus dichos son dichos de campaña. A todos los ha insultado en ocasiones anteriores.
López Obrador busca el apoyo de las grandes televisoras para llegar a la Presidencia. Y si lo logra, éstas serán las primeras sacrificadas.
Un líder populista siempre se tiene que estar confrontando con alguien, con un enemigo que ejemplifique la maldad contra sus bondadosos planes.
En la oposición el populista se pelea con el gobierno, al que acusa de ser causante de todos los males de la población.
Pero cuando llega al poder y asume la titularidad del gobierno, el populista se pelea con las élites económicas. Y con los medios de comunicación.
Es de libro de texto. Así actúan todos los populistas.
La entrevista con Reforma fue una entrevista de campaña, porque en eso está y nadie lo puede culpar por hacer su trabajo. El problema está en creerle y pensar que se trató de un súbito acto de contrición después de todo lo que ha despotricado contra esa “mafia aliada al gobierno corrupto”.
Su enemigo, hoy, es el gobierno. Así actúa el populismo, y por eso se opone a absolutamente todo lo que haga un gobierno, aunque sea bueno para ellos y para la población.
Sin embargo, una vez en el poder, el populista ya no tiene a gobierno alguno al que echarle la culpa de los males que van a seguir existiendo a pesar de su voluntad, o que se van a incrementar debido a sus fracasadas recetas estatistas y monopólicas.
¿A quién le va a echar la culpa el presidente populista de que la economía no camine y que el pueblo no salga de la pobreza con las políticas que han demostrado su fracaso en todo el mundo?
Obviamente el nuevo enemigo del populista serán las élites económicas y los medios de comunicación. Peor aún si los dueños de las televisoras que el populista ahora elogia, son parte del selecto grupo que encabeza al sector privado del país.
Así pasó en Venezuela, en Cuba, en Ecuador, en Argentina. ¿Por qué va a ser diferente con el populismo en México?
Hugo Chávez llegó al poder del brazo de los dueños de los grandes medios de comunicación, y a todos los expropió, les interpuso causas penales y los mandó al exilio.
En Cuba, Fidel Castro tenía un espacio privilegiado en la revista Bohemia, pero cuando llegó la cerró y su dueño (Miguel Ángel Quevedo) acabó suicidándose.
A los medios ecuatorianos les declararon la guerra y les impusieron la censura por ley, mientras que en Argentina el populismo en el gobierno atacó sin piedad, y por la vía judicial, al más importante medio de comunicación de ese país: Clarín. Y a los empresarios les puso el corralito para que no pudieran retirar sus ganancias y ahorros.
Así actúan. Necesitan enemigos, culpar a otros para vivir.
¿El populismo en México va a ser diferente?
Sí, cómo no.