Es indudable que la pareja de la cuarta trasformación, la del romance ideológico, la del erotismo ideológico son la inefable Irma Eréndira Sandoval y el dos veces doctor John Ackerman. Depositarios de la pasión carnal del lopezobradorismo, la pareja no se ahorra arrumacos públicos, cachondeos digitales y ostentan una sorprendente fogosidad en las redes sociales que les permitió colocarse como personajes icónicos de quienes creen que se vive una época dorada de cambio.
Formados en la izquierda radical y deformados por el dinero, Irma & John también han construido un emporio inmobiliario. Aprenden rápido. Saben que las oportunidades no se repiten y que es la hora de despacharse a manos llenas. Por eso John, hombre apuesto y arrojado como pocos, incursionó en la televisión como conductor. Su presencia en los medios derrocha virilidad y galanura, simpatía y agudeza. Es el hombre gallardón de la cuatroté. Ella, por su lado, es la voz cantante y tronante de la Función Pública. Ha tratado de proyectar una imagen de solidez, pero al mismo tiempo de rigurosa justiciera contra todo tipo de corruptelas. Con ese tino y buen juicio que caracteriza a los compañeros del movimiento, ellos mismos la apodaron La Robespierre de la 4T, en alusión a aquel lamentable personaje de la historia que hizo de la decapitación su máxima política y que ordenó que rodaran las cabezas de sus más grandes enemigos; fueran brillantes o verdaderos ineptos, la guillotina los igualaba a todos. Hasta que la cabeza que rodó fue la suya.
Bien, pues parece que la parejita está en peligro de ser defenestrada del proyecto revolucionario. El viernes pasado Mario Maldonado escribió una columna sin desperdicio al respecto (La caída de Irma Eréndira, El Universal 30/04/219). Y es que Irma & John no solamente se someten a las pasiones lúbricas, también tienen fuego para la política. Como buenos seguidores del lopezobradorismo, son unos trogloditas. Su vocación por dinamitar lo que ven a su paso no tiene freno. No importa si son instituciones o personas, para este par de desequilibrados la cosa es que todo vuele por los aires.
La costumbre por dinamitar los llevó a poner dinamita en la mismísima casa presidencial y ni se dieron cuenta. En efecto, cualquiera puede recordar que el problema con Salgado Macedonio lo empezaron Irma & John, porque desplazaron al hermano de ella de la candidatura al gobierno de Guerrero.
Fue John quien recordó en las redes sociales las demandas de violación contra Salgado Macedonio que dormían en los tribunales. Terminaba el 2020 y Ackerman tronó públicamente: le estaban haciendo una trampa a su cuñado “sectores mafiosos” de Morena, habló de un “quiebre histórico” del proyecto a partir de la selección de Macedonio, de quien, dijo, era un “perfil profundamente cuestionado con muy graves señalamientos y denuncias formales de violación y violencia de género en su contra”.
El cartucho de dinamita fue lanzado prendido a Palacio Nacional. Lo demás es historia que sabemos: Salgado fue cuestionado no sólo en Morena, sino también por la oposición; las mujeres increparon al Presidente; proyectaron en Palacio la leyenda “un violador no será gobernador”, que dio la vuelta al mundo; el escándalo creció cada día; el INE se lanzó contra el guerrerense: el Tribunal Electoral ratificó la decisión del instituto; con Salgado cayó Morón, el candidato de Michoacán y varios candidatos más; un efecto dominó que demostró que el Presidente era derrotable en varios campos y que su apoyo a un tipejo acusado de violación iba a tener un costo.
Irma & John lanzaron la dinamita. Después, como si fueran Bonnie & Clyde se dispusieron a ver el fuego arder desde alguna de sus propiedades. Ellos empezaron. En su afán de acabar con sus adversarios, terminaron quemando la casa. Parece que la suerte de la parejita está echada. Y con justa razón.