No hay complot. Los cuestionamientos a las cifras oficiales del gobierno mexicano sobre la pandemia derivan simplemente de la detección de contradicciones e inconsistencias.
Permítame exponer brevemente algunas de ellas.
1-La cantidad de casos confirmados.
Hasta el día de ayer, la cantidad de casos confirmados en México fue de 35 mil 22. Esto coloca a nuestro país como el número 18 en la lista elaborada por la Johns Hopkins University.
Sin embargo, si observamos el lugar que tiene en la lista de las pruebas aplicadas por cada millón de habitantes, llega a 994, lo que coloca a nuestro país en la posición 145 entre alrededor de 180 países observados. Estamos solo arriba de Bolivia, Honduras, Guatemala y Haití en América Latina. Nuestro vecino, EU, aplica 28 mil 533 por cada millón de habitantes, 29 veces más que nosotros.
La falta de pruebas genera una subestimación de los casos, por lo que en realidad no sabemos a ciencia cierta el número aproximado de las personas contagiadas en México.
A la objeción de que en ningún país conocen con exactitud el número de casos reales, habría que señalar que, en efecto, es así. Pero es probable que en 144 países que han hecho más pruebas per cápita que en México, tengan una mejor idea.
2-No hay certeza respecto a las curvas epidémicas que existen.
Si carecemos de información sólida respecto al número de infectados realmente existentes, entonces los llamados casos confirmados que se reportan cada día son solo una parte incierta del total. Se han construido modelos epidémicos que calculan el pico de contagios, sobre la base de una serie estadística cuya certeza es cuestionable. Las predicciones que dichos modelos generan igualmente son muy débiles, por ende. Es decir, no hay claridad de si realmente estamos ahora en el nivel máximo de los contagios o no.
La analogía referida por el doctor López-Gatell, a propósito de que basta una muestra de sangre para conocer la situación completa de nuestro líquido sanguíneo, supone una muestra representativa, como se aprende en Estadística I. Pero hasta ahora, las explicaciones oficiales respecto a la representatividad de los modelos de muestreo como el Centinela, y los criterios de expansión para arribar a estimaciones totales han sido insuficientes y a veces contradictorias. Si no sabemos el número de contagios, tampoco podemos construir un modelo fiable.
3-Empiezan a crecer las dudas respecto al número real de fallecidos por COVID-19.
Los casos registrados aparentemente solo corresponden a personas fallecidas a las cuales hubo oportunidad de aplicarles la prueba para identificar que estaban infectados. El propio López-Gatell reconoció la semana pasada que hay otros a quienes no hubo oportunidad de aplicarles ningún examen y requieren dictaminación. No sabemos si las 254 defunciones sospechosas reportadas oficialmente son las que están pendientes de dictaminar o son otras.
Hay testimonios diversos, adicionalmente, sobre fallecidos que no han ingresado a hospitales ante la saturación existente cuyas muertes por COVID-19 tampoco parecen haber sido registradas. En suma, también hay dudas respecto a una razonable precisión del número de fallecidos.
El problema mayor no es que se quiera subestimar el tamaño de la crisis sanitaria que vivimos en México. No, el problema mayor es que se puedan tomar decisiones sobre la base de información equivocada que cuesten en las siguientes semanas enfermedad y vidas, y que además profundicen la crisis económica que vivimos.
Si, en el ánimo de cumplir con los plazos prometidos, se realiza el desconfinamiento cuando el número real de contagios sigue al alza, éste se puede acelerar y la crisis de salud agravarse.
Si no hay un detalle estadístico que permita obtener cifras a nivel de todos los municipios, ¿cómo se va a saber cuáles son los que van a reabrirse el 18 de mayo?
Para poder pisar sobre terreno más firme la única opción es hacer pruebas, pruebas y más pruebas.
¿O acaso tememos la realidad que pueda revelarse al investigar más?