No. No haremos historia, al menos no como lo dicen López Obrador y el PRI.
En una coincidencia singular dicen que las elecciones del 1 de julio no sólo determinarán el curso del país en los próximos seis años, sino que lo harán por varias décadas.
El análisis subyacente detrás de esa afirmación es diferente en cada caso.
Para López Obrador, su triunfo sería el inicio de la “cuarta transformación” del país, tras la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana de 1910.
En pocas palabras, ubica su probable triunfo como el hecho político más relevante en más de 100 años en México.
En el caso del PRI, el argumento es que en estas elecciones se dirime la “disputa por la Nación”. Es decir, la permanencia de un modelo de país que busca la democracia, la apertura al mundo y la modernización. O el regreso a un modelo político autoritario, cerrado y regresivo.
Entiendo la lógica de las dos fuerzas políticas que han intentado subrayar la trascendencia de la votación, pero no creo que los argumentos puedan sustentarse.
Creo que, en las próximas elecciones federales, como en algunas de las que hemos tenido en México, condicionaremos fuertemente el futuro del país, pero ni de lejos estaremos decidiendo la historia de las próximas generaciones.
La desproporción que le es característica a López Obrador, le lleva a comparar su movimiento con cataclismos políticos y sociales que han redefinido nuestra historia.
La Independencia implicó la formación de una nación. La Reforma, su modernización en el contexto de una invasión militar de tres potencias extranjeras. Y la Revolución Mexicana fue una erupción de movimientos sociales e insurrecciones que atravesaron el territorio nacional y sacudieron hasta sus raíces a la sociedad, la economía y el sistema político.
Ni lejanamente, lo que implicaría un gobierno de AMLO tendría la trascendencia de esos momentos de nuestra historia.
La disyuntiva que presenta el PRI es que, si llega a ganar AMLO, tendremos un retroceso del país por varias décadas. Habremos echado por la borda los esfuerzos de modernización de las últimas cuatro décadas y volveremos al México de los 70.
Tampoco creo que haya sustento. Esta visión subvalúa a la sociedad mexicana y lo que significan los cambios que hemos hecho. Y le atribuye todos ellos a los gobiernos. No, no fueron los políticos. Fuimos todos.
Pero, por otro lado, sería de una enorme ignorancia decir que un posible triunfo de AMLO no tendrá repercusiones.
Obviamente que sí las habrá.
Sin embargo, la sociedad mexicana es suficientemente madura como para permitir que desde el poder público se destruyan las instituciones que la modernización del país ha construido.
Sí hay el riesgo de que México se retrase por algunos años, pero sería subestimarnos el pensar que el próximo presidente de México va a hacer y deshacer el país a su arbitrio.
He vivido, observado y atestiguado desde hace poco más de tres décadas y media el profundo cambio que ha vivido México. Y tengo la certeza de que el país que hoy tenemos en nada se parece al de los tiempos de Echeverría.
Si alguien trata de echar para atrás la rueda de la historia, va a encontrar que no es posible. Y el resultado será que ceje pragmáticamente en su intento. O bien, que, obstinado con lo imposible, cave su tumba política más pronto de lo que cree.