Ayer, el presidente López Obrador ironizó: la alianza opositora tiene más candidatos que simpatizantes.
Se trata de un patrón de comportamiento que no ha tenido respuesta entre sus detractores: usa la burla como un recurso de la política. Y con ello obtiene resultados.
Hace enojar a sus oponentes y logra que sus apologistas celebren sus dichos.
Si usted observa, buena parte de las críticas y cuestionamientos que recibe López Obrador de los partidos opositores se expresan como molestia o enojo.
Pero hay muy pocas que utilicen la ironía como un recurso para cuestionarlo.
Sí hay algunas, pero no son de los políticos opositores.
Aun las de críticos en redes sociales, llegan sobre todo a los círculos que ya están en contra del presidente.
Si pensamos en los críticos fervientes y los partidarios incondicionales, tal vez pudiéramos sumar un 60 por ciento o poco más de la población mexicana.
Hay un 40 por ciento o poco menos, que no tiene una opinión plenamente definida, que están “algo” a favor o “algo” en contra.
Son aquellos que irrumpieron en las urnas y permitieron que el candidato presidencial López Obrador obtuviera 30.1 millones de votos en 2018, pero que en 2021 o ya no votaron de plano, o votaron por los candidatos de otras fuerzas políticas.
La votación a favor de los diputados de Morena y sus aliados el año pasado fue de 21 millones, 9 millones menos en el 2018.
Se trata de muchos votantes que están desilusionados y de otros más que están desencantados de la política.
Será este conjunto de personas el que determine el curso de la elección del 2024.
Si vence el desencanto y deciden abstenerse como en los viejos tiempos del priismo en los que era igual por quien se votaba, al final ganaban los candidatos oficiales, Morena tendrá el campo abierto para volver a triunfar.
Si resulta que la mayor parte piensa que la oposición no tiene nada mejor que ofrecer y –también como en los viejos tiempos– le apuestan a votar por el partido en el poder, el triunfo de éste será mucho más amplio.
Si se logra convencer a los indecisos de que hay que enderezar el rumbo y que la llamada “4T” trajo más males que bienes, entonces hay la posibilidad de que haya una competencia más cerrada.
O incluso, si ganara Morena, que lo hiciera con márgenes estrechos como para permitir que los balances de poder en los siguientes años sean mucho más equilibrados, sin mayorías en el Congreso.
La ironía del presidente respecto a la abundancia de aspirantes tiene sustento en la realidad.
El funcionamiento de la alianza opositora que parece estar en un laberinto hace pronosticar, hasta ahora, el triunfo del partido en el poder por varias razones.
1- Se han tardado mucho en formalizarla y siempre está al borde del precipicio, a punto de irse a pique por las decisiones del PRI.
2- No hay realmente ningún candidato o candidata, entre los múltiples aspirantes, que despierte entusiasmo entre la población. Hay algunos que tienen cualidades y reconocimiento, pero ninguno del que pueda decirse que es claramente una apuesta ganadora.
3- No hay una definición del mecanismo de selección porque la alianza ni siquiera se ha formalizado. Y sin reglas para definir el cómo, hay menos probabilidades de que pronto haya nombres que puedan posicionarse entre la ciudadanía.
4- Movimiento Ciudadano, que puede ser una instancia decisiva en el caso de una elección cerrada, hasta ahora sigue con la estrategia de contender en solitario, lo que deja la incógnita respecto a si los votos que recibiría se los estaría quitando a una eventual alianza opositora.
Puedo seguir con otras explicaciones, pero las anteriores definen el porqué de la ironía del presidente López Obrador.
Con todo, AMLO sabe que la elección del 2024 no está ganada y por eso la estrategia para tratar de controlar a la autoridad electoral.
Está presente el riesgo –para Morena– de que esos millones de votos que perdió en 2021 y otros más, irrumpan y cambien el resultado de la elección… si la oposición logra salir de su laberinto.