Hay dos noticias para la economía mexicana, una buena y otra mala.
La buena es que el mercado interno se ha convertido ahora en el soporte del crecimiento de este año, de acuerdo con las cifras que ayer dio el INEGI.
La mala es que el sector industrial y especialmente la manufactura ya no está creciendo, sino incluso ha tenido un retroceso.
Vamos por partes.
El INEGI reportó que, en el mes de junio, su Indicador Oportuno de Actividad Económica global registró un crecimiento de 0.3 por ciento respecto a mayo.
Con ese dato, ya podemos observar el comportamiento del segundo trimestre del año y hay dos cifras a destacarse.
Un crecimiento de 2 por ciento respecto al primer trimestre y de 20.2 por ciento respecto al segundo trimestre del año pasado.
De este modo, como se había previsto, se habrá registrado (a tasa anual) el crecimiento más elevado para un trimestre desde que se tiene registro.
Pero, antes de echar a volar las campanas por este resultado, hay que ponderar las cosas.
Lo primero es que su nivel aún resulta inferior en 2.2 por ciento al del mismo periodo de 2019 y 2.3 por ciento por abajo del de 2018.
Es apenas comparable al nivel de actividad económica que tuvimos en 2017. Como quien dice, implica un estancamiento de cuatro años.
Así que cuidado con celebrar de más.
Lo más preocupante, sin embargo, no es el resultado general, sino especialmente el de la industria.
Las cifras revelan que el nivel de la producción industrial de junio fue el más bajo de todo este año y se encuentra 5 por ciento por debajo del mismo mes de 2019.
Preocupa el hecho porque habíamos pensado que el sector que habría de destacar, impulsado por la recuperación de la economía norteamericana, sería precisamente éste.
No tenemos aún resultados detallados de la actividad industrial en junio, pero sí los hay de la industria automotriz.
En el mes de junio hubo una caída de 3.15 por ciento en la producción de autos respecto a mayo y en el segundo trimestre del año hubo un retroceso de 15.7 por ciento respecto al cuarto trimestre del año pasado.
No estamos hablando de ventas, que pueden ser influidas por la estacionalidad anual, sino de producción, lo que refleja un freno de esta actividad.
La razón de fondo es la problemática de las cadenas de suministro, especialmente el tan mencionado tema de los chips, que está pegando seriamente a este sector y con él a toda la industria manufacturera.
Si las manufacturas no despegan, el crecimiento del país estará mucho más limitado. El mercado interno sigue ampliándose, sin embargo, todo indica que lo hará a tasas más lentas.
El crecimiento del PIB en el sector terciario fue de 2.5 por ciento en el segundo trimestre respecto al primero, pero hay una caída de 1.9 por ciento si nos comparamos con el mismo periodo de 2019.
A diferencia del sector manufacturero, que puede ser impulsado por las exportaciones, el sector terciario depende fundamentalmente del movimiento de la economía interna.
Y las cosas allí no se ven sencillas.
Los problemas derivados de la tercera ola pueden pegarle de nueva cuenta a la actividad comercial y de servicios, al margen de que el gobierno federal decida no limitar la movilidad.
El comportamiento de la gente, que nuevamente va a ser más cautelosa ante el crecimiento de los contagios, va a limitar el crecimiento del mercado interno.
Así que, las cifras del INEGI nos muestran que la marcha de la economía este año es más frágil de lo que la mayoría pensaba.
Tome sus precauciones.