Nos hace falta serenarnos.
El presidente López Obrador parece haber encontrado en el presidente de la Comisión Reguladora de Energía, Guillermo García Alcocer, la suma de todos los males, cuando se trata de un funcionario discreto y honesto que no aceptó renunciar cuando se lo pidió la secretaria de Energía, pero nunca denunció ni reclamó el ilegal hecho.
No es amenaza pública ni corrupto. Simplemente, tocó fibras sensibles del poder con sus declaraciones.
En el otro extremo, los enemigos de AMLO visualizan que viene la destrucción de todos los organismos autónomos cuando hizo dos propuestas excelentes para el más importante de todos ellos, el Banco de México, y dejó transitar sin problemas dos muy buenos relevos, en el IFT y en la Cofece. ¿Cuál destrucción?
A veces, por el tono de las declaraciones, pareciera que estamos en la alborada de un Estado autoritario o en la rebelión de los opositores.
Pareciera que el Estado, en el pasado, nunca utilizó sus instrumentos para golpear a sus opositores. Por favor.
El caso de Ricardo Anaya es el más ejemplar de todos ellos. ¿Cuántos de los señalados en ese caso están procesados o en la cárcel?
Fue obvio y escandaloso el modo en el que el gobierno de Peña Nieto utilizó todos los instrumentos del Estado para golpear a Anaya.
Ya no sabemos si para tratar de ayudar al candidato del PRI –lo que no sucedió– o para evitarle riesgos al candidato de Morena.
Ese antecedente no justifica ni legal ni moralmente el uso de las instituciones para golpear a los críticos. Pero, en términos de un análisis de hechos, siempre ha ocurrido. No nos escandalicemos.
El presidente de la CRE, aun si no se le hubiera criticado un ápice, eventualmente enfrentaría una Junta de Gobierno contraria –según todos los indicios– que va a limitar en gran medida sus acciones.
Pareciera que, en este caso, AMLO quiere dar una lección a quienes eventualmente lo pretendan confrontar. Mal antecedente.
Porque finalmente, no pareciera tener la misma actitud con los órganos autónomos. Ya le comentábamos de las muy buenas nominaciones que hizo para el Banxico: Jonathan Heath y Gerardo Esquivel. Con ellas fortaleció la autonomía del banco central.
Pero, además, el pasado 14 de febrero, Ramiro Camacho se integró, a propuesta de AMLO y a recomendación del Senado, como nuevo comisionado del IFT con respaldo virtualmente unánime.
Para la Cofece, la propuesta es Gustavo Pérez Valdespín, cuyas calificaciones profesionales le van a motivar el respaldo unánime.
En la Corte va a haber polémica, sin duda, con las propuestas de AMLO.
Pero, al margen de quién resulte electa, no cambiará el balance en el máximo tribunal del país.
El ministro Arturo Zaldívar, así como la composición del máximo tribunal del país, son una garantía de autonomía e independencia, al margen de qué ministra sustituya a Margarita Luna Ramos.
En suma, tampoco AMLO –en los hechos– ha resultado el carnicero de los órganos autónomos que algunos quieren ver.
Más allá de afinidades o diferencias ideológicas, hoy es crucial que mantengamos la cordura y seamos capaces de ponderar los hechos, para darles su justa dimensión.
Hay que pelear las batallas necesarias e importantes.
Y a veces, parece que hoy, todos, vamos a cualquier pleito.