Hace un par de años, hablar del nearshoring era una excentricidad.
Solo uno que otro informado estaba al tanto de las discusiones que ya ocurrían en diversos consejos de administración de grandes empresas, considerando la posibilidad de salir de China, o bien localizar en otros puntos las futuras inversiones.
Dos hechos habían sucedido. Primero fue la guerra comercial a través de la cual Trump castigó con aranceles una cantidad significativa de mercancías chinas; esto se extendió luego a un conflicto tecnológico.
Lo segundo fue el trastorno de la cadena de suministro que se produjo con la pandemia y sus secuelas.
Parecía sensato buscar opciones ante una localización que traía consigo múltiples problemas.
Estos cambios se reflejaron en la caída en la participación de China en las importaciones totales de Estados Unidos.
Ese nivel llegó al máximo en 2017 cuando alcanzaron el 21.5 por ciento y luego fueron perdiendo terreno hasta llegar a 14.1 por ciento en el primer trimestre de este año.
En medio de este proceso fue cuando comenzó la invasión rusa a Ucrania.
El hecho ocasionó tanto un nuevo trastorno en los suministros como un disparo sin precedentes de los precios de diversas materias primas.
Y, en el camino se presentó otro hecho relevante. El presidente Biden, con respaldo de los dos partidos de EU, elaboró y logró que se aprobaran legislaciones que constituyen la base de una nueva política industrial, que busca atraer nuevamente a la industria manufacturera a territorio norteamericano.
La llamada Ley para Combatir la Inflación estableció importantes apoyos fiscales a las energías limpias, incluyendo subsidios para autos eléctricos ensamblados en Estados Unidos, en México o en Canadá.
Y luego también quedó la Ley llamada Chips, para incrementar la competitividad de la región en materia de semiconductores.
En el camino, el país que hasta ahora ha aprovechado mejor la relocalización, con el friendshoring más que con nearshoring, es Vietnam.
Las exportaciones de este país asiático a EU pasaron de 46 mil 500 millones de dólares en 2017 a 127 mil 500 millones el año pasado. El crecimiento es de 174 por ciento en ese lapso, lo que significa un crecimiento anual promedio de 20.2 por ciento.
El proceso apenas comienza y en ello radica la oportunidad de México, aunque ya hay algunos signos positivos. La participación de México en las importaciones de EU fue de 15.4 por ciento en el primer trimestre de este año frente al 13.6 por ciento del mismo periodo de 2022.
Hay que ser realistas. Hasta ahora se trata de una oportunidad que todavía hay que concretar.
El crecimiento de la inversión extranjera directa que ocurrió en el primer trimestre de este año fue mayormente derivado de la reinversión de las utilidades de las empresas establecidas.
Donde empieza a verse con más claridad el efecto del nearshoring es la demanda de inmuebles industriales, la que se ha disparado en diversas zonas del país.
Hay proyectos que ya están en curso, como el muy conocido caso de Tesla. Y hay muchos más que están en el proceso de concretarse.
En México tenemos un dicho: del plato a la boca se cae la sopa.
Es decir, no importa qué tan avanzada vaya la planeación de una inversión, hasta que no se concrete en contratos y pedidos de productos, aún puede frenarse.
La tarea ahora es convencer a muchas empresas que, aun existiendo factores como la limitación en la provisión de energía eléctrica limpia, inseguridad, falta de certeza en el cumplimiento de contratos y ciertas restricciones en infraestructura, aun con ellos es rentable instalarse en México más que en EU, Canadá o bien en otros países.
Como hace un año, el nearshoring sigue siendo una gran oportunidad para cambiarle el rostro a México, pero tal y como aquí le hemos contado, si no se resuelven los obstáculos para la llegada de más inversiones, su efecto será limitado.
Si se cambian las cosas para bien, serán decenas de miles de millones de dólares adicionales tanto de inversión foránea como de exportaciones a Estados Unidos.
Y tendremos también capacidad para atraer las que tecnológicamente representen una mayor ventaja para México.
Pero, no hay que confundir la oportunidad con la realidad.