Pemex no está en un lecho de rosas. Más bien está luchando por su vida.
Ayer se dieron a conocer sus resultados para el segundo trimestre de este año. Las pérdidas fueron de 44 mil 300 millones de pesos.
Las pérdidas acumuladas durante los últimos cuatro trimestres ascienden a 864 mil 126 millones de pesos.
Se trata de una cantidad casi inimaginable, que ha conducido a dos de las tres principales calificadoras a quitar el grado de inversión a la empresa y a calificar su deuda con grado especulativo, o en el lenguaje coloquial de los mercados como “bonos chatarra”.
Fue coincidente pero emblemático que se iniciaran las audiencias en México por el proceso de su exdirector general, Emilio Lozoya, el día en que se reportan estos resultados.
En casi cualquier escenario, el futuro de Pemex es incierto. No hay certeza en la viabilidad financiera de la empresa.
Pero hay uno en el que se iría al despeñadero. Se trata del posible triunfo de Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
La administración actual de Donald Trump le dio vida en Estados Unidos a los hidrocarburos.
Quizás el hecho más emblemático de su política energética fue el retiro de Estados Unidos de los Acuerdos de París, el 1 de junio de 2017, apenas cuatro meses y 10 días después de haber llegado a la Casa Blanca.
Con ello estableció la falta de compromiso de la primera economía del mundo hacia la transición energética.
Y, ese hecho fue un paraguas perfecto para que, a partir de la llegada del nuevo gobierno a México, el 1 de diciembre de 2018, en los hechos nuestro país también fuera abandonando poco a poco sus compromisos.
Aún con Trump en la Casa Blanca por cuatro años más, el futuro de Pemex es altamente incierto. Si llega Biden, ya no habrá incertidumbre: Pemex se va a ir al infierno.
El pasado 15 de julio, Biden reveló su estrategia en materia energética y anunció que canalizaría 2 billones (trillions) de dólares en sus cuatro años de mandato para apoyar las energías limpias. Además, reiteró que reingresaría a los Acuerdos de París; revertiría las 100 medidas de desregulación energética anunciadas por Trump y tendría como horizonte un sector eléctrico libre de carbono para 2035.
Obviamente, el riesgo es para el sector de hidrocarburos en su conjunto, pero para la empresa del sector más endeudada del mundo que está luchando por sobrevivir un anuncio de este tipo es un corte en la yugular.
Pero, aún más allá. Se trataría de un cambio radical en el entorno que enfrenta el actual gobierno.
Una parte central de su estrategia es el fortalecimiento de las dos empresas productivas del Estado en el sector energético: Pemex y CFE. Ese lineamiento carecería por entero de viabilidad y el nuevo gobierno norteamericano vería con antipatía a un vecino que le sigue apostando en el largo plazo a las energías contaminantes.
No se si esta perspectiva fue uno de los factores que motivó a AMLO a acercarse a Trump, a riesgo de generar disgusto entre Biden y los demócratas, pero, al margen de las intenciones, resulta claro que la estrategia energética de este gobierno se acomoda con la visión de Trump y no con la de Biden.
Faltan 98 días para las elecciones en Estados Unidos y pueden suceder muchas cosas, pero en los promedios de las últimas encuestas, el demócrata aventaja a Trump por 9 puntos en las intenciones de voto a nivel nacional y también en todos los estados “columpio”, que son los que inclinan la balanza de los votos electorales.
Creo que personajes como Nahle, Bartlett o Romero, deberían empezar a preocuparse. Su futuro está en la cuerda floja.