Morena impuso a sus prospectos a convertirse en candidato presidencial, perdón, en coordinador de la defensa de la transformación, la condición de no debatir entre ellos.
También denominó “recorridos” a sus campañas para que no se vaya a pensar que en realidad están tratando de obtener simpatías entre los electores.
Pidió que no hagan llamados al voto. Y, en lugar de una elección programó una encuesta.
¿Qué es lo que pretende Morena al impedir los debates?
Que no se vayan a acentuar las diferencias entre las ‘corcholatas’, diferencias que existen y que se hicieron manifiestas a tal grado que precisamente por ello es que se estableció la controlada competencia interna.
Los contrastes entre los aspirantes son muchos, en formación, en visión, en estilo.
Quizás Morena logre que ellos no se reúnan en una sola mesa en la que aparezcan estas diferencias, pero será imposible que la comparación real no ocurra, así no estén juntos.
Tras una semana desde que Morena fijó las condiciones, ya han aparecido enormes contrastes.
Marcelo Ebrard salió a la delantera anunciando su renuncia incluso antes de que Morena fijara los plazos.
Desde muchos meses atrás fue propositivo, señalando condiciones para que hubiera una competencia equitativa. Al final, no logró que se aceptara la realización de debates, pero sí la renuncia anticipada y ciertos términos para la realización de la encuesta.
Todo indica que fue el gran ganador en cuanto a las reglas fijadas por Morena.
Claudia Sheinbaum, que en la mayoría de las encuestas encabezaba las simpatías de Morena, había logrado sumar respaldos tanto de la estructura del partido como de los gobernadores.
Se había resistido a dejar el cargo con la anticipación que las regla, pero tuvo que hacerlo.
Protagonizó el más visible enfrentamiento con el presidente del Consejo Nacional de Morena, Alfonso Durazo.
Pareciera que su candidatura fue la que más perdió entre el momento previo a la fijación de las reglas y la semana que ha transcurrido desde que se establecieron.
Pero no puede perderse de vista que, en los registros disponibles hasta ahora, es la puntera.
Adán Augusto López se desmarcó de los demás pidiendo al presidente López Obrador que lo relevara de su cargo para no tener que renunciar.
Rechazó la aportación económica ofrecida por Morena. Fue el único que no acudió a registrarse personalmente y le envió al presidente López Obrador, una carta con su respaldo incondicional.
Casi podría leerse que el exsecretario de Gobernación sigue apostando por la mano visible del presidente para inclinar la balanza a su favor.
Cada vez resulta más obvio que Ricardo Monreal será un candidato testimonial, que librará esta competencia para poder quedar liberado para convertirse probablemente en el candidato de Morena a la jefatura de Gobierno de la CDMX.
Y, en el caso de Manuel Velasco y Gerardo Fernández Noroña, competirán para estar en una mejor posición negociadora en la búsqueda de alguna posición para ellos o para sus partidos en el 2024.
Esta rápida revisión de circunstancias muestra con claridad que se debata o no, entre los seis participantes en el proceso interno de Morena, hay suficientes contrastes para que no sea indiferente por quien se incline la simpatía expresada en la encuesta, que no el voto, pues no lo habrá.
En los próximos días, seguramente habrá nuevas discusiones cuando se conozca el procedimiento de la encuesta y se registren las empresas que estarán en la tómbola para participar en el proceso final.
Así que, quiéralo Morena o no, el debate entre las ‘corcholatas’ de facto ya comenzó.