Si alguien sabe con certeza qué es lo que va a pasar con los precios de las gasolinas el próximo año, le solicitamos que nos lo diga.
A este respecto, desde el triunfo electoral, se han dicho varias y diversas cosas.
El 4 de julio, justo después de haber ganado la elección, el futuro secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, dijo que los precios de las gasolinas no tendrían movimientos abruptos y se incrementarían en la proporción de la inflación.
El 12 de septiembre, Alfonso Romo, próximo Jefe de la Oficina de la Presidencia, también habló del tema y dijo lo siguiente: “Vamos a seguir con la política actual, no vamos a subsidiar, no vamos a controlar, no vamos a hacer nada que no sea de mercado. Todo es de mercado”.
Y, hace un par de días, el 17 de octubre, la próxima secretaria de Energía, Rocío Nahle, dijo que el equipo de transición estudia la posibilidad de eliminar el IEPS a las gasolinas buscando otras fuentes de ingresos para sustituir esos recursos. Con ello, bajarían los precios de las gasolinas.
No se trata de matices, sino de diferencias profundas en materia de una política pública de gran trascendencia.
La opción planteada por Nahle parece la más complicada porque no sólo no es sencillo “encontrar” más de 200 mil millones de pesos, para sustituir los ingresos del IEPS, sino que un análisis sencillo muestra que una medida así sería profundamente regresiva en materia de distribución del ingreso.
Pero, en la Cuarta Transformación todo es posible, así que no lo descarte.
En cuanto al procedimiento para determinar los precios, si el mercado internacional sigue presionado y con tendencia alcista, y los precios sólo se ajustan en función de la inflación promedio, habrá necesariamente una erosión del IEPS.
De hecho, ya la hubo este año. En los primeros 8 meses del año pasado, la recaudación por este impuesto fue de 19 mil 24 millones de pesos mensuales promedio; en el mismo periodo de este año fue de 14 mil 248 millones, 25% menos, y eso a pesar de que el incremento promedio de la gasolina regular fue de 22.3%, 4.5 veces por arriba de la inflación.
Si no se quiere erosionar el IEPS, entonces el único camino es dejar el precio sujeto a los vaivenes del mercado (así se suavicen sus fluctuaciones), es decir, la propuesta señalada por Romo.
Pero en ese caso, hay el riesgo de que se eche en cara a AMLO que nada cambió en materia de política de precios de las gasolinas, con el costo político que esto tendría.
El dilema es muy simple y se parece a otros: hay una solución de mercado que no deteriora las finanzas públicas, pero que sí implica la posibilidad de que, aun sin alzas abruptas, sí genere incrementos graduales superiores a la inflación.
Y, hay otra opción que puede permitir que los precios no suban más allá de la inflación, pero que costarían muchos recursos a las finanzas públicas y probablemente a la calificación de la deuda mexicana.
O bien, también es posible un esquema híbrido en el que se contenga el incremento de los precios, hasta cierto grado, sin que necesariamente se acoten sólo al aumento de la inflación.
Y, claro, también está la posibilidad de un golpe de suerte, en el que los precios internacionales bajen y sólo con el ajuste inflacionario, sea suficiente para, incluso, recaudar más IEPS.
O, tal vez se convoque a una consulta para definir qué hacer.