Al darse a conocer los datos de la inversión extranjera directa en el primer trimestre de este año, que se acercó a los 20 mil millones de dólares, la mayor de que se tenga registro para un periodo semejante, diversas personas se preguntan cómo es posible que haya un flujo creciente de recursos del exterior en el contexto de incertidumbre y desconfianza en el cual nos encontramos.
No solamente fue el primer trimestre de este año. Si vemos, por ejemplo, el volumen total de inversión extranjera en el 2021, tuvo un crecimiento de 12 por ciento respecto al 2020.
Si observamos el promedio anual de los tres primeros años de esta administración, el monto es de 31 mil 201 millones, que sí es inferior en 5.8 por ciento a los últimos tres años del sexenio de Peña, pero esa proporción es mucho menor que la caída de la inversión total, que para el mismo lapso fue de 13.3 por ciento.
¿Hay algo que los extranjeros están viendo en la economía mexicana que los mexicanos nos vemos?
Claramente se aprecia un patrón de comportamiento diferente en el caso de la inversión de los mexicanos respecto a la inversión de los extranjeros.
Como le he comentado en otras ocasiones, hay varios factores que explican este comportamiento diferenciado.
1- La percepción del riesgo. Muchas empresas extranjeras tienen operaciones en diversos países, es decir, no concentran la totalidad de sus activos en México. De esta manera, el nivel de riesgo que corren en nuestro país es inferior a aquellas empresas que tienen la totalidad de sus operaciones en México. Esta circunstancia permite una mayor tolerancia a la incertidumbre y a las condiciones adversas por parte de los extranjeros y también una valoración más optimista de las oportunidades.
2- El desapego emocional. Los inversionistas que no se encuentran en el país y que tienen que tomar decisiones sobre la base de indicadores objetivos, perciben las cosas diferentes respecto a aquellos empresarios que siguen el día a día en México.
Un empresario que escucha regularmente la ‘mañanera’, que se informa a través de los medios de México, y que tiene interlocución regular con otras personas que hacen lo mismo, le da una mayor valoración a los aspectos políticos y sociales que uno que ve las cosas a distancia. La cercanía genera mayor nerviosismo y la distancia tiende a propiciar decisiones más objetivas.
3- El horizonte de largo plazo. Aunque se supone que todas las inversiones tienen en la mira el largo plazo y no los siguientes meses, los inversionistas extranjeros que han tomado la determinación de colocar sus recursos en nuestro país, perciben que muchas cosas que hoy prevalecen son transitorias, incluso los gobiernos y las disposiciones legales. Valoran más indicadores estructurales como por ejemplo el perfil demográfico, su posición geográfica y los tratados comerciales o el potencial de atraer inversiones, que temas volátiles que están en la coyuntura. Por esa razón es que toman la decisión de reinvertir sus utilidades o incluso de instalar nuevas plantas en México.
Quizás un caso emblemático de esta percepción sea el de la empresa Iberdrola, la segunda mayor generadora de la electricidad en el país, sólo detrás de CFE. Esta empresa se convirtió en “villano favorito” del presidente de la República y recientemente se le impuso la multa más elevada que jamás haya establecido la Comisión Reguladora de Energía.
La posición de Iberdrola ha sido usar sus derechos legales y litigar en los tribunales pertinentes contra lo que considera abusos de la autoridad.
Desde luego también ha reducido de manera significativa sus nuevas inversiones en México. Sin embargo, ni se ha ido del país ni tiene en perspectiva hacerlo… por lo menos hasta que comience el siguiente sexenio.
Las empresas foráneas finalmente siguen apostando por el país, no por el gobierno, y eso ha hecho toda la diferencia.