Un amigo que ve el país desde el extranjero me decía hace algunos días que no entendía la razón por la que la oposición en México no estaba promoviendo desde ahora a un candidato presidencial único para las elecciones del 2024.
En efecto, pareciera que los opositores no están haciendo su tarea. Comparto esa visión y aquí se la he expresado en numerosas ocasiones.
Para apoyar esta idea, le he comentado en otras oportunidades en este espacio que en las tres ocasiones que ha ganado un candidato opositor la Presidencia en México, los prospectos han hecho una larga campaña y se han posicionado entre los electores por años.
La primera ocasión fue en el 2000. Para esa contienda, Vicente Fox lanzó públicamente su candidatura en 1997, tres años antes.
La segunda fue en 2012 y Enrique Peña comenzó a posicionarse como virtual candidato desde cinco años antes, cuando estaba al frente del gobierno del Estado de México.
La tercera vez fue en 2018 y López Obrador había empezado su carrera por la Presidencia ¡tres lustros antes!
Entonces, si las lecciones de los tres triunfos opositores de tres partidos diferentes (PAN, PRI y Morena) se asimilan, queda claro que cada día que pasa es un día perdido para el o los probables candidatos opositores.
¿Por qué entonces no observamos ya una acción intensa de los opositores para definir su candidato(s) o candidata(s)?
La razón es que, mientras más tiempo tenga el Estado encabezado por el presidente López Obrador para atacar al o los contendientes del 2024, más posibilidades existen de minar la popularidad de sus competidores.
Aquí entra el caso de Alejandro Moreno, Alito.
Hoy es líder nacional del PRI, uno de los tres partidos que conforman la alianza Va por México, y aunque no se haya tomado muy en serio, también es uno de los que ha levantado la mano para convertirse en candidato de una potencial alianza opositora.
Pero al mismo tiempo, es uno de los políticos más susceptibles de ser cuestionado por su desempeño en la gubernatura de Campeche.
La filtración de audios que desacreditan a Alito es un ejemplo de que lo que va a suceder con los políticos que se perfilen seriamente para convertirse en candidatos opositores.
De nada sirve negar lo dicho o señalar que se editaron los audios y se filtraron ilegalmente. El golpe político ya está dado. No hay remedio.
Con acciones como esas, AMLO y Morena inhiben a la oposición y la disuaden para que pueda moverse rápidamente para designar a un probable candidato único. Además, golpean la posibilidad de la alianza opositora como ya se apreció con la condena del PRD a los dichos del campechano.
El caso de Alejandro Moreno deja ver que los flancos débiles de los candidatos van a ser atacados despiadadamente.
Lo que consigue con ello el gobierno es que el tiempo con el que eventualmente contará la oposición para construir su candidatura va a ser más limitado.
Pero, además, restringe la baraja con la que la oposición puede contar.
Cualquier personaje que tenga cuestionamientos por su desempeño, por su patrimonio o por algún dicho desafortunado, tendrá una campaña durísima en contra apenas levante la cabeza.
Si alguien quiere ser candidato, deberá tener un expediente impoluto.
Y como en la política no hay ángeles sino más bien bastantes demonios que tienen cola que les pisen, la posibilidad de encontrar vulnerabilidades entre probables candidatos opositores es muy grande.
Lo contrario puede ocurrir también. El caso de la ‘Casa Gris’ que le pegó duramente a la aprobación del presidente López Obrador al arrancar el año es un ejemplo.
Pero, es muy diferente contar con todos los recursos del Estado que hacerlo desde la oposición o el sector privado.
La historia la escriben los que ganan.
Si Morena y AMLO ganan y aseguran la continuidad, las voces críticas a la elección de Estado que habrá de darse terminarán extinguiéndose.
Si pierden, habrá responsabilidades, no solo históricas sino incluso penales.