Hay una nueva conversación social en los últimos tiempos; los medios de comunicación tradicionales siguen teniendo un papel importante, pero ya no único. Estoy convencida de que la expectativa social sobre el nuevo gobierno, por un lado (incluidas las mañaneras) y, por el otro, la manera en que la oposición ha decidido posicionarse frente a la Cuarta Transformación -con narrativas de desprestigio-, han generado ruido y un naciente diálogo entre voces nuevas dentro de la opinión pública. Lo anterior, sin duda, ha provocado polarización entre el obradorismo transformador y expresiones conservadoras que se resisten al cambio.
En esta nueva conversación pública, aún confrontada, la posición de algunos medios de comunicación (motivados más por intereses económicos que por el interés informativo, noticioso o periodístico), ha provocado desinformación y, con ello, reacciones irracionales, reactivas, a la defensiva y hasta violentas de ambos bandos.
No habrá que asustarse demasiado de que ahora la sociedad mexicana piense en voz alta; son conversaciones que irán poco a poco madurando y al salirse de la trampa estéril de la descalificación, ello se convertirá en un debate de posiciones políticas diferentes de mayor altura y con argumentos.
Desde la 4T, a eso le apostamos: a que la ciudadanía nunca más salga de la conversación donde antes sólo estaban grandes medios y políticos; buscamos que cada día la ciudadanía esté más informada, empoderada y formando parte de la toma de decisiones.
Mientras eso sucede, la realidad es que, por ahora, dentro y fuera de esa crispación política (de un lado simpatizantes, militantes, ciudadanía, del otro, dirigentes políticos, expresidentes, comunicadores y viejos conocidos), el resultado de la politización ha sido una gran desinformación, confusión y el abordaje de los temas de interés común de manera superficial.
En ese contexto político, social e informativo nacional, ha irrumpido una nueva ola feminista en América Latina, México y en el mundo. La lucha de las mujeres no ha quedado fuera de este fuego cruzado de la información y vale la pena hablar de ello para que nadie se confunda, para que nadie se monte sobre lo que ni si quiera entiende o practica, para que no se pierda, lo que a mi juicio es uno de los movimientos más transformadores y radicales, pues lo cuestiona todo, absolutamente todo: el feminismo.
El 8 de marzo, como muchos días que conmemoramos, tiene un origen histórico ligado a la lucha social y al cuestionamiento del estado de las cosas; recordamos la manera en que salieron a la calle miles de mujeres trabajadoras de una fábrica de textiles hace más de 140 años en Nueva York para exigir mejores condiciones laborales e igualdad salarial -cobraban menos de la mitad que los hombres, por el mismo trabajo-. El saldo fue una represión brutal y cientos de mujeres asesinadas a manos de los policías.
Cuando marchamos, tampoco debemos olvidar la muerte de otras mujeres obreras que, tras un incendio -nuevamente en una fábrica textil en Estados Unidos-, murieron por decenas porque no tuvieron escapatoria durante a un gran incendio; la razón: los dueños decidieron cerrar todas las salidas y abrir hasta el final de la jornada, para que sus trabajadoras no se robaran nada. La mayoría de las personas que fallecieron eran migrantes.
En otras latitudes del mundo, mujeres socialistas reivindicaban el papel de las trabajadoras, exigían derechos políticos, como el derecho a votar y ser votadas, así como derechos civiles, como el divorcio. Años más tarde, en 1975, la ONU decide declarar el 8 de marzo como el Día Internacional de las Mujeres. Desde entonces y hasta la fecha, los movimientos feministas han conquistados grandes derechos en vísperas de la igualdad, sin embargo, no hemos terminado de cantar victoria.
Desde mi óptica, la lucha feminista es una lucha contra la opresión y la desigualdad, desde la izquierda y desde abajo, cuestionando las posiciones hegemónicas que invisibilizan la diversidad en la sociedad y en general, a la mayoría de la población; con esa claridad las feministas han sido de izquierda, aunque no siempre la izquierda ha sido feminista.
Soy de una generación frustrada y ansiosa, con un futuro complejo, a la que le han arrebatado el derecho a vivir en paz, el derecho a mantenernos vivas, vivos... Con una rabia acumulada por la realidad que nos dejaron, la ola feminista de hoy está recordándole a las compañeras feministas que lucharon antes que nosotras y sacudiendo a las nuevas generaciones en el mismo sentido: que no podremos vivir tranquilas, a pesar de tener cada vez más derechos, si un hombre puede mirarnos en la calle como un objeto, tocarnos en el transporte como un juguete, acosarnos, violarnos o matarnos, sólo porque creen que es normal imponerse ante nosotras.
El grito de vida de esta cuarta ola feminista es que nada valdrá la pena si el patriarcado -aquellas estructuras construidas de hombres para hombres-, no cae. Eso ha faltado de concretarse en otros tiempos, de eso se trata la marcha del 8 de marzo de 2020, esa es la demanda de las mujeres en las calles, por ello la iniciativa de brazos caídos del 9M -convocatoria que lleva años a nivel global-, busca visibilizar la importancia de las mujeres en la sociedad y a su vez se suma a la consigna de “¡ni una mujer asesinada más!”
Sin embargo, en las resistencias a esta Cuarta Transformación, hay quienes no quieren perder sus privilegios y además invisibilizan a las personas más vulneradas; esta disputa política de cambiar o mantener las cosas como estaban, genera, como dije, una politización social donde hay distorsiones varias.
Por ejemplo, ahora tenemos personas conservadoras asumiéndose feministas, quienes se han expresado de manera clasista, xenofóbica, homofóbica y discriminatoria, hoy dicen estar del lado de las mujeres; tenemos a la oligarquía explotadora convocando y “sumándose” a la iniciativa del 9M, como lo veo, con una característica común: el intento de confrontar el proceso de transformación con el movimiento feminista. En este contexto confuso, encontramos también, militantes y simpatizantes de la 4T que en el temor de que el conservadurismo golpee utilizando este tema, demeritan o ignoran de qué se trata la lucha de miles de mujeres -de las feministas y de quienes sencillamente, sin mayor ideología y legítimamente demandan que no nos mate ni el machismo ni la impunidad-.
Lo dicho: el papel de algunos medios de comunicación y el nuevo diálogo social, la confrontación política -de un lado basada en la mezquindad-, diluye temas de gran interés, intentando incluso confundir en sus conceptos. La discusión sin argumentos ni reflexión genera confusión y nos desvía de la posibilidad de construir.
Es un poco lo que ha pasado en los últimos días; pienso que es urgente dejar claro de qué se trata el feminismo, asumir que por el bien de todos, primero las pobres y, generar puentes entre el movimiento feminista y el proceso de transformación en el gobierno; es la mejor manera de que el cambio sea profundo y que la agenda de las mujeres por la igualdad avance con nuevas voluntades políticas, mayores coincidencias ideológicas y feministas varias en la toma de decisiones; sí, las feministas de la 4T, aunque nuevamente intenten invisibilizarnos, marcharemos como cada año y pararemos el 9M a nuestra manera.