El presidente ruso Vladimir Putin reavivó este martes las preocupaciones por una inminente guerra nuclear luego de haber suspendido su participación en el tratado START con Estados Unidos, el cual limita los arsenales nucleares estratégicos que ambos países pueden desplegar y permite a ambos inspeccionarse mutuamente.
Una de las consecuencias de esta decisión podría ser la catástrofe climática a largo plazo derivada del intercambio de ojivas nucleares conocida como “invierno nuclear”, sugiere el investigador Paul Ingram del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge quien considera que los riesgos de un intercambio nuclear están en su nivel más alto en 40 años debido al conflicto que involucra a Rusia, Ucrania y a los miembros de la OTAN.
La teoría científica del invierno nuclear explica que las detonaciones de los intercambios nucleares arrojan grandes cantidades de escombros a la estratosfera, lo que finalmente bloquea gran parte del sol hasta por una década, provocando caídas globales en la temperatura, pérdida masiva de cultivos y hambruna generalizada.
Combinados con la lluvia radiactiva, estos efectos colaterales provocarían la muerte de millones más a raíz de una guerra nuclear, incluso si están lejos de cualquier zona de explosión, señala un comunicado del investigador publicado en el portal del CSER.
Las ideas del invierno nuclear no son nuevas. Durante la Guerra Fría impregnaron la cultura británica y estadounidense a través de programas de televisión y películas como Threads y The Day After, así como en novelas como Z for Zachariah.
“Las ideas del invierno nuclear son predominantemente una memoria cultural persistente, como si fuera parte de la historia, en lugar de un riesgo terriblemente contemporáneo”, indicó Ingram en el comunicado.