Porque la política exterior estadounidense no encuentra su rumbo
El departamento de Estado estadounidense se mantiene en silencio desde hace dos semanas mientras el presidente Donald Trump monopoliza la política exterior.
Rex Tillerson, expresidente de ExxonMobil y totalmente novato en política, está encerrado desde hace aproximadamente una semana en su despacho del séptimo piso del gigantesco edificio bautizado "Foggy Bottom", al sur de Washington.
Al margen de un primer discurso muy orientado al consenso el jueves último ante 2,000 de sus empleados, el excapitán de la industria petrolera no ha hablado en público.
Si bien este ingeniero texano de 64 años elogió la "responsabilidad" y la "honestidad" de sus 70,000 diplomáticos, funcionarios y contratados diseminados en más de 250 embajadas y consulados, nada dijo de las prioridades diplomáticos de la primera potencia mundial.
Las pocas entrevistas y conversaciones telefónicas con sus homólogos extranjeros solo son objeto de informes lapidarios. Su agenda semanal oficial menciona únicamente "reuniones en el departamento de Estado", sin más detalles.
POSICIÓN INCÓMODA
La prensa acreditada tampoco cuenta desde el 19 de enero con los informes del vocero del departamento de Estado, un foro diario en directo en televisión, muy seguido en las redes sociales y que desde hace décadas permite a la diplomacia norteamericana dar su opinión sobre las crisis y conflictos en el planeta.
Mark Toner, un diplomático de carrera que trabajó durante años bajo la administración de Barack Obama, se mantuvo en el cargo. Pero no sabe cuándo se reanudarán sus conferencias de prensa.
"Seguimos trabajando con la Casa Blanca para ver cómo reanudamos los informes diarios lo antes posible", admitió a la AFP.
De hecho, es en la Casa Blanca y en el Consejo de Seguridad Nacional donde se elabora la política exterior de Estados Unidos. Y la presidencia de Trump no escapará a esa regla.
El presidente 45 de Estados Unidos arrasa con todo desde hace dos semanas, aunque los contornos de su diplomacia siguen siendo vagos. Ha conversado por teléfono con varios jefes de Estado y de gobierno, entre ellos su homólogo ruso, Vladimir Putin, con el que no cesa de pregonar un acercamiento.
Pero Donald Trump atiza también las tensiones internacionales, poniendo a Rex Tillerson en una posición incómoda.
El presidente multiplica, en efecto, las declaraciones incendiarias, por lo general en Twitter, contra países rivales o adversarios de Washington --China, Corea del Norte o Irán-- pero también contra aliados o socios comerciales, como Australia, México o Alemania.
“INSURRECCIÓN” BUROCRÁTICA
El presidente también ha provocado una "insurrección" sin precedentes en el Departamento de Estado con su decreto anti-inmigración que congela el ingreso de ciudadanos de siete países musulmanes y refugiados. El texto, sin embargo, fue suspendido por la justicia.
En el marco de una "insurrección" burocrática, según la expresión de un funcionario, unos mil diplomáticos considerados progresistas firmaron un memorando interno "disidente", en el que denuncian ese decreto sobre migración. Esta rebelión diplomática no impide que el departamento de Estado funcione, pero altos funcionarios admiten que lo hace a una velocidad reducida.
Un exvocero de la diplomacia estadounidense, Jeffrey Rathke, recuerda que durante las transiciones entre las administraciones en 2001 (de Bill Clinton a George W. Bush) y 2009 (de Bush a Obama), "el Departamento de Estado reanudó las conferencias de prensa pocos días después de la investidura" del presidente el 20 de enero.
Y el informe diario del vocero de la Casa Blanca, centrado en la política interna, no puede reemplazar al del departamento de Estado, declara a la AFP Rathke, analista del Center for Strategic and International Studies (CSIS).
"Cada día hay muchos temas, menores o mayores, en todas partes del mundo que son del interés de Estados Unidos. No tratarlos públicamente supone privarse de influir sobe ellos", se lamenta este exdiplomático.