Cinco días después de una serie de manifestaciones antigubernamentales en Cuba que fueron contrarrestadas por la policía y simpatizantes de la revolución y una autocrítica del presidente Miguel Díaz-Canel -con algunas medidas de alivio-, la nación caribeña luce aparentemente calma. Pero muchos se preguntan, ¿hasta cuándo?
Mientras, plazas y parques seguían el viernes tomados por simpatizantes del gobierno con banderas, la custodia de policía uniformada había disminuido y la circulación de vehículos y personas se normalizaba; el servicio de datos móviles de internet -que las autoridades cortaron el domingo- se mantenía intermitente o con muchas páginas filtradas.
“Hay un desgaste político y social... Hay mucho disgusto, se debe hablar más, hacer más cosas y las que se hicieron mal que se rectifiquen”, dijo a The Associated Press, Abel Alba, un ingeniero civil de 50 años. “El presidente ha querido pasarle un poco la mano a la cosa (suavizar)”, agregó el hombre para quien el gobierno esperó “demasiado” para escuchar los reclamos de la gente en las calles.
Las protestas comenzaron el domingo y se extendieron en menor medida el lunes y martes en varios puntos de La Habana y el país. Miles de personas se lanzaron a las calles con demandas que iban desde el hartazgo por las colas y la escasez de alimentos y medicinas pasando por los cortes de luz y la falta de respuestas del gobierno hasta un cambio de modelo político.
En un primer momento Díaz-Canel reaccionó buscando culpables y señaló a la asfixia ocasionada por las sanciones de Estados Unidos a la isla, el golpe económico de la pandemia de coronavirus y una campaña contra el gobierno lanzada en las redes sociales por grupos cubano-estadunidenses. Pero finalmente también se enfocó en las responsabilidades de la dirigencia cubana.
En esta dirección, los ministros del gabinete hicieron una mezcla de anuncios de medidas y promesas que incluyeron permisos a los viajeros para importar alimentos y medicinas sin límite y la inscripción de emergencia para la libreta de abastecimiento -que cada cubano recibe- de quienes estuvieran fuera de su localidad de origen.
“La ausencia de política es una política. El gobierno cubano acaba de demostrar que siempre pudo permitir la entrada de alimentos y medicinas sin límite de cantidad ni cobrarle aranceles y prefirió no hacerlo durante más de un año de pandemia”, escribió en su cuenta de Twitter el director del periódico digital independiente, El Toque, José Jasan Nieves. “La gente les dobló el brazo”.
Las autoridades reiteraron la intención de terminar de autorizar el funcionamiento de pequeñas y medianas empresas como una fuente de empleo y un programa para que las compañías estatales paguen más que la escala salarial actual.
Lo que sí dejaron claro todos los funcionarios es que no están dispuestos a hacer cambios en el modelo político de la isla.
Sentada en una calle adonde trabaja como vendedora ambulante Marlén Rodríguez, de 66 años, se mostró el viernes poco optimista con los anuncios del gobierno. “No hay medicinas, no hay nada, no hay comida... esto está en el tope”.
Según Díaz-Canel entre los manifestantes hubo cuatro sectores involucrados: los opositores radicales que apuestan por una solución estadounidense -se ondearon banderas de ese país en las protestas y se demandó la intervención humanitaria de Washington- y delincuentes marginales que aprovecharon la ocasión para los saqueos. En tercer lugar personas genuinamente desesperadas por el impacto de la crisis en su vida cotidiana y por último jóvenes que no tienen proyectos en la sociedad.
Las marchas se tornaron violentas y hubo enfrentamientos con la policía, destrozos de patrullas, saqueo de tiendas, rotura de vidrieras, apedreamiento de un hospital pediátrico, además de arrestos violentos y heridos.
Buena parte de la población se mostró disgustada por las acciones vandálicas y la destrucción de infraestructura.
Grupos de simpatizantes de la revolución también salieron a las calles y en algunos lugares se enfrentaron con los manifestantes, aunque según su versión la intención era evitar el vandalismo.
“Ellos venían bajando por la Calzada de San Miguel (de Padrón), nosotros subiendo y tratábamos de persuadirlos, pero estos compañeros estaban violentos y nos lanzaron piedras”, dijo AP, Julio César Pérez, empleado del Ministerio de la Construcción y miembro del Partido Comunista, quien indicó que varios de sus correligionarios salieron heridos de la trifulca.
Una persona entre los contrarios al gobierno murió y se desconoce la cantidad de arrestados, aunque opositores en las redes señalaron que son más de un centenar. La coronel del Ministerio del Interior, Moraima Bravet, dijo que todos los detenidos están procesados por delitos como desorden público, atentados o asaltos.
El viernes la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la chilena Michelle Bachelet, pidió la liberación de los manifestantes y de varios periodistas independientes reportados en redes sociales como todavía bajo custodia policial, A su vez, la funcionaria demandó el fin de las sanciones de Estados Unidos.
Las anunciadas por el gobierno “son medidas positivas, pero son insuficientes”, dijo por su parte a AP el economista cubano Omar Everleny Pérez.
“Sin afectar la ideología hay mucho espacio en que el Estado puede seguir tomando acciones”, aseguró el especialista y mencionó permisos para importar por parte de emprendedores particulares sin pasar por el monopolio estatal, que compañías extranjeras puedan instalen mercados minoristas o levantar el tope de los precios de los productos del agro con el objetivo de “aumentar la oferta”.
Pero los analistas políticos advirtieron que el desafío económico es muy grande.
“Creo que el gobierno está tratando de indicarle a la gente que comprende su desesperación y que va buscar aliviar parte de la miseria que están experimentando. El problema es que el gobierno simplemente no tiene muchos recursos que pueda dedicar a hacer eso”, manifestó William LeoGrande, un experto en Cuba de la American University, en Estados Unidos.
LeoGrande indicó que tanto los disturbios en Cuba como el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse han vuelto a poner al Caribe en la agenda del presidente estadounidense Joe Biden. Aunque sus próximas acciones no están claras.
“Siguen prometiendo (desde Washington) que harán las cosas que el presidente Biden dijo que haría durante la campaña... reducir las sanciones a Cuba que perjudican a las familias, restablecer los viajes, reabrir la sección consular de la embajada de Estados Unidos... Pero en realidad no ha hecho nada”, agregó Leo Grande. Ahora, tras los sucesos de esta semana, “lo que hará la administración con Cuba aún está en el aire”.