Dos semanas después de celebrar la casi “independencia” del coronavirus, el presidente Joe Biden se enfrenta a la preocupante realidad del aumento en el número de casos y muertes por COVID-19 en Estados Unidos, y a las limitaciones en su capacidad para combatir la persistente indecisión sobre las vacunas, que es responsable del actual retroceso.
Los casos de COVID-19 se han triplicado en las últimas tres semanas, y las hospitalizaciones y muertes están aumentando entre las personas no vacunadas. Aunque las tasas siguen siendo muy inferiores a las de enero, las autoridades están preocupadas por el cambio de tendencia y por lo que consideran enfermedades y muertes innecesarias. Y se prevé que los casos sigan aumentando en las próximas semanas.
Aunque la emergencia nacional puede haber amainado, los funcionarios dicen que el brote es ahora una crisis más focalizada en las comunidades donde no hay suficientes personas que se hayan inoculado.
“La única pandemia que tenemos es la de los no vacunados”, dijo Biden el viernes, en comentarios similares a los hechos anteriormente por la doctora Rochelle Walensky, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
El aumento de las cifras se debe a la existencia de grandes focos de infección entre los más de 90 millones de estadounidenses autorizados a vacunarse pero que aún no lo han hecho. Cuatro estados con bajas tasas de vacunación representaron el 40% de los nuevos casos de la semana pasada, y casi la mitad de ellos procedían de Florida.
Sin embargo, en la Casa Blanca hay pocas ganas de volver a imponer amplios mandatos de mascarillas u otras medidas, ya que 161 millones de estadounidenses ya están totalmente vacunados.
Reflejando esa mentalidad, Walensky dijo el viernes que en las zonas de baja vacunación con aumento de casos, las autoridades locales podrían considerar si el uso de mascarillas sería algo útil para su comunidad.
Algunas comunidades están actuando. El jueves, el condado de Los Ángeles volvió a exigir el uso de mascarillas en la mayoría de los lugares cerrados, independientemente de si se está vacunado o no, y las autoridades sanitarias de Las Vegas recomendaron el viernes que los trabajadores y los clientes de este centro turístico lleven la cara cubierta en interiores.
Con tres vacunas altamente efectivas autorizadas para su uso en Estados Unidos, el gobierno de Biden cree que la forma más efectiva de atacar el virus no es tratar de frenar la propagación con el uso masivo de mascarillas —algo en lo que el país demostró no ser muy bueno el año pasado_, sino seguir insistiendo en la importancia de la vacunación.
No es una solución fácil. Muchos estadounidenses se siguen resistiendo o no están motivados para vacunarse, a pesar de los meses de esfuerzos, a menudo creativos, de funcionarios federales y estatales y del sector privado para difundir información sobre la inocuidad y la accesibilidad de las vacunas.
El director de salud pública Vivek Murthy añadió que, si bien el gobierno puede desempeñar un papel importante, “esta tiene que ser una estrategia de ‘todo lo anterior’ con la participación de todos”, incluyendo escuelas, empleadores, empresas de tecnología e individuos.