Es viernes. Más temprano, Donald Trump y Enrique Peña Nieto, conocidos mandatarios, se saludan de mano en Hamburgo, Alemania, en el encuentro anual de las 20 naciones económicamente más poderosas del mundo. Entre ellas, México.
Ambos pronuncian cortos discursos. El encuentro bilateral fue balanceado hasta que alguien le preguntó si México pagará el muro, a lo que Trump, ya cuando buscaba su celular y la puerta de salida, dijo: “Absolutely”. Escándalo nacional en medios por una palabra cuya emisión duró un segundo.
Recordé nuevamente a Carlos Slim. Mientras todos se fijan en las gotas de lluvia que caen sobre la superficie de la piscina, Slim se sumerge y explora el agua tibia que inicia apenas centímetros más abajo.
En enero publiqué aquí el artículo “La actitud de Slim frente a Trump”, que exponía la visión del líder de América Móvil.
Ese texto capturó lo expresado por Slim ante el empresario Michael Bloomberg en un encuentro organizado en la Ciudad de México cuando acababa 2016 y Trump apenas imaginaba cómo sería su inauguración como Presidente.
El mexicano expuso ese 1 de diciembre lo siguiente:
Que si Trump tiene éxito será bueno para México. Si su economía crece al 4% y reduce impuestos, requerirá manufactura interna de inmigrantes o cercana, de México, pues abandona rápidamente su condición de nación industrial para convertirse en una de servicios.
Dijo además que los empresarios nacionales debían endeudarse mientras hayan tasas bajas, con la finalidad de invertir en México.
También expuso que el país tendría unos meses complicados al inicio de la administración Trump, pero que la turbulencia sería pasajera.
A medio año de aquello, el diagnóstico de Slim parece consolidarse.
El comportamiento del dólar valida su predicción de turbulencia. El 1 de diciembre de 2016, la moneda estadounidense cotizaba en 20 pesos, pues ya era conocido el resultado de la elección que perdió Hillary Clinton. Alcanzó los 22 pesos días después de que el mandatario estadounidense asumió el cargo.
En este julio de 2017 lo que tenemos es el mismo TLCAN, que parece firme, acaso expuesto a un ajuste:
“Acerca del TLCAN, el consenso general fue que las negociaciones aparentemente no serán disruptivas”, expuso apenas el miércoles Natalia Corfield, experta en estrategia de inversión en mercados emergentes del banco estadounidense JP Morgan.
Corfield refería así el consenso de reuniones que tuvo en México con directivos de bancos, calificadoras y autoridades mexicanas.
“El riesgo de una baja en la calificación soberana por Moody’s o Standard & Poor’s parece que ha perdido momentum”, añadió en un reporte para inversionistas.
En buena medida, por ese contexto que aprecian analistas como Corfield vemos hoy el dólar a 18 pesos en el mercado mayorista.
En lo que va del año, la relación comercial lejos de deteriorarse, mejoró para México. Creció el superávit con Estados Unidos y las crecientes importaciones de materiales anuncian un posible incremento de actividad en las fábricas.
Hay riesgos aún, claramente. Uno de ellos en el país, ante los choques de políticos que se rezagaron frente un país que cambió en dos décadas.
Pero Slim anticipó una vez más el comportamiento de la economía. Mostró lo que le ha permitido siempre ver debajo de la superficie y actuar en consecuencia. Tuvo razón.