Las campañas intermedias vigentes en este país le han demostrado muchas cosas a la ciudadanía: corrupción, cinismo, arrogancia y sobre todo una falta preocupante de empatía.
Sin embargo, en el afán de ser constructivo me gustaría enumerar seis pequeños (grandes) problemas de la política que más allá de ser una crítica, son una reflexión que busca que los políticos que vengan después de nosotros, lo hagan mucho mejor:
1. Negar lo bueno del pasado no debe ser una personalidad. Esta estrategia no solo es lo más sencillo para quienes llegan a puestos públicos de decisión, incluso, se ha vuelto una constante en muchas de las nuevas administraciones que entran al nivel municipal, estatal o federal pero no abonan nada al mejoramiento de la vida de quienes realmente importan: las personas.
2. Gobernar con el ego no da resultados. La lógica de la vieja política tradicional fomenta el culto a la personalidad, por eso el concepto de “clase política” es tan claro, pero a la vez tan excluyente, porque refuerza la idea de un grupo de gente que se diferencia por estar en posiciones de poder que piensa que es un privilegio y no una oportunidad de servir. Este ego conduce a una falta de conexión con la realidad, lo cual lleva a la predecible falta de empatía, incluso desde la campaña.
En ocasiones, pareciera más importante respetar y apoyar las decisiones de un gobernante que le apuesta al encono y a ganar en la próxima encuesta, que trabajar por una administración pública que construya con base en la evidencia, en objetivos comunes y en equipo.
3. El gobierno es para servir, no para hacer negocios. La política del pasado ha entendido al proceso electoral con una lógica transaccional, con “retorno de inversión”, en un espacio de intercambio de favores con quienes les financia, por debajo de la mesa, con millones para sus campañas. Esta simbiosis hace que en mayor medida en la política se privilegien los grupos de poder y los negocios, dejando al final de la lista al interés público.
Durante años hemos visto que los cambios necesarios en los gobiernos se frenan por estos grandes poderes e intereses, que con donaciones, moches o diezmos no sólo deciden las acciones de las autoridades, sino que en ocasiones, hasta deciden quién va al gabinete o los proveedores que ganarán las licitaciones.
4. Las y los políticos gobiernan cómo hacen campaña. Si durante los procesos electorales hacen compromisos al margen de la ley, publican noticias falsas o pasan los topes de gastos de campaña, no podemos ni debemos esperar que lo hagan diferente una vez que lleguen al gobierno. Dicho de una manera muy simple: dime qué tipo de campaña haces y te diré cómo gobernarás.
5. El cinismo de la inercia. Tenemos que aceptar que en algún momento hemos comprado el discurso de la derrota anticipada. Por tristeza, por enojo o por frustración hemos pensado: “nada va a cambiar”, “siempre ganan los mismos”, “no tiene caso involucrarme”. A eso le apuestan muchos políticos que hoy prometen cambios o transformaciones, el famoso “ahora sí”, aun cuando han tenido periodos enteros para lograr los cambios que ahora abrazan como urgentes.
6. La simulación, una tradición del status quo. Cuántas veces les hemos visto pelear a cuadro en los medios, pero arreglarse en las cenas privadas para sus corruptelas. Cuántas veces nos dicen que somos la prioridad pero nos dejan a nuestra suerte en la pandemia. Cuántas veces nos dicen que irán hacia el norte y los encontramos en la Antártida. Por este mal, pareciera que ser político es sinónimo de mentiroso o corrupto.
Escribo estos seis pequeños (grandes) problemas con la intención de dejar en claro que no estamos condenados a ellos. Es momento de dar y ganar pequeñas batallas, poniendo al centro a las personas y el interés común, pues hay ejemplos luminosos, desde distintas arenas, luchas y latitudes, que nos muestran que se puede dejar ese tipo de política en su lugar: el pasado.