De una sombría manera hay que desear que pronto haya más películas como Te nombré en el silencio, documental sobre las madres que buscan a sus hijos en el norte de Sinaloa.
Este doloroso filme hace evidente que, entre los trabajos parecidos que ya se han producido y éste, se va forjando un género de nuestro cine indispensable para reconocer que la realidad mexicana no se puede entender sin la violencia, y sin el abandono gubernamental-social de las miles de familias que buscan a sus seres queridos.
José María Espinosa dirige este documental sobre Las Rastreadoras, madres organizadas para encontrar a sus hijos en la zona de El Fuerte, Sinaloa. Como recuerda Mirna Medina, la líder del grupo, el nombre lo volvió popular Javier Valdez, periodista asesinado en Culiacán en 2017.
Según recuentos publicados a propósito del estreno online de Te nombré en el silencio, desde 2014 el trabajo iniciado por este colectivo ha recuperado restos de medio millar de personas, y gracias a ello unos 250 desaparecidos han sido identificados para tranquilidad de sus familias.
“Nadie puede entender el dolor que tenemos, plebes”, dice Mirna a la cámara. “Quién va a querer estar en nuestros zapatos”. “Ese dolor del alma no te lo cura nada, ni nadie”.
Las frases que van pronunciando distintas madres que dejan su testimonio en el documental tienen una fuerza profunda, calan porque surgen de rostros donde la felicidad se ha vuelto un lujo imposible.
Cada mes en la fecha en que se tuvo la última noticia del hijo o hija sustraída, las madres se dan lo más valioso que tienen: en ese día ocurre inevitablemente un quiebre, llanto y dolor incontenibles; sólo el abrazo de saberse tocadas por una igual, por una a quien también quema por dentro la angustia de no saber qué le ocurrió a su hija, en dónde está su hijo, logra algo de consuelo.
Con este proyecto, Espinosa nos presenta un pedazo de su tierra y una realidad que se repite en todo México. A Mirna Medina le desaparecieron a su hijo Roberto y el director de cine acompaña las búsquedas que esta madre organiza para dar con él y para encontrar los de sus compañeras.
Al llegar a un campo donde han de buscar dice a las otras madres: “Aquí hay cuerpos, hay que llevárnoslos”. En la pantalla sólo se ve terreno y ninguna señal que indique a ojos que hemos entrenado para evitar cosas trágicas que ahí, en alguna parte, puede haber una o más fosas, restos de una o más personas. “Es doloroso tener que decir”, explica Mirna sobre las veces en que ha sido cuestionada por extranjeros sobre lo que pasa en México, “que estamos caminando sobre muertos”.
El documental tiene la virtud de que no ha editado momentos triviales, y hasta cómicos, de estas madres que se tienen que sobreponer a la desidia gubernamental y al desdén de la sociedad.
Ríen para sobrellevar el miedo de meterse en los mismos predios en que sicarios matan o abandonan a sus víctimas: recuerdan de manera permanente que corren el mismo peligro que sus hijos, ni más ni menos.
“Sería maravilloso que no existieran Las Rastreadoras”, comenta Mirna. Sí, si no viviéramos esta demencial tragedia de decenas de miles de desaparecidos sería fantástico que no fuera necesario que madres aprendieran a oler la carne putrefacta en varillas que meten a la tierra para dar con algún cuerpo.
Mientras no haya justicia, sin embargo, qué bueno que existen, y que se producen películas como Te nombré en el silencio.