Opinión

¿Quiere Rubén Rocha pasar a la historia como un Nerón?

Rubén Rocha. | Es imposible saber si el gobernador de Sinaloa ya perdió el contacto con la realidad | Fuente: Cuartoscuro


Así arranca el ensayo de Rebecca Mead sobre la histórica figura de Nerón, publicado en la revista The New Yorker, del 7 de junio de 2021:

“Nerón, quien subió al trono en Roma en el año 54 a la edad de 16 años y gobernó por más de una década, desarrolló una reputación de tiranía, crueldad asesina y decadencia que ha perdurado por casi 2 mil años. Según diversos historiadores romanos, ordenó el asesinato de Agripina la Menor, su madre y, en ocasiones, amante. Intentó envenenarla, luego planeó aplastarla o ahogarla en un barco, antes de finalmente hacer que su asesinato pareciera un suicidio. Nerón fue comprometido a los 11 años y se casó a los 15 con su hermanastra adoptiva, hija del emperador Claudio. A los 24, se divorció de ella, la desterró, ordenó que la ataran, mutilaran y la hizo asfixiar en un vapor. Luego, recibió su cabeza. También asesinó a su segunda esposa, embarazada, pateándola en el vientre.

“La extravagancia de Nerón iba más allá de asesinar a sus más cercanos. Gastó una fortuna construyendo un fastuoso palacio, sólo para que este se incendiara junto con el resto de la ciudad de Roma, en una conflagración que duró más de una semana. Nerón observó la destrucción desde un lugar seguro, cantando sobre la devastación. 

“Era egocéntrico, caprichoso y arbitrario. Mandó asesinar al senador Publio Clodio Trasea Peto bajo la acusación de que sus expresiones eran excesivamente melancólicas.

“No es de extrañar que el nombre de Nerón se haya convertido en sinónimo de depravación”.

En medio de la violencia que asuela a las y los sinaloenses, y que en su fase más grave ya dura tres meses, el gobernador Rubén Rocha declara que los cuestionamientos hacia su persona son politiquería. 

El mandatario se jacta incluso del hecho mismo de contestar en público a las críticas a su desempeño; y ha llegado a decir que quienes lo quisieran fuera del gobierno no reunirían las firmas necesarias para deponerlo. 

Es imposible saber si Rocha ya perdió el contacto con la realidad, o si peca de cinismo. Pensemos lo primero, porque cualquier gobernante con una cuota mínima de humanidad se condolería, genuinamente, de la suerte de sus paisanos, que mal sobreviven en el fuego cruzado. 

Ganar una elección no hace a nadie gobernador o presidente. Los comicios, constancia de mayoría incluida, implican un mandato; es decir, son la oportunidad de asumir una obligación, para nada un premio o un cheque en blanco de una chamba de seis años. 

Al arranque de cualquier gobierno, su titular gozará de una tolerancia convencional para ajustarse al puesto. Pero más pronto que tarde, sobre todo en un país disfuncional como México, llegarán situaciones que han de probar el tamaño del o la gobernante. No hay de otra.

Desde julio la posición de Rocha es insostenible. Lo sabe cualquiera. Quedó en medio de una situación delictiva. Y quien lo involucra es ni más ni menos alguien que pronto declarará en un juzgado en Estados Unidos. 

Por si fuera poco, desde el estallido de la crisis de violencia, en vez de personificar un liderazgo que conforte a sus gobernados, Rocha se atrincheró en su burbuja. No es factor para la paz, pero tampoco para el auxilio a la ciudadanía.  

Aunque Rebecca Mead explica que la siniestra fama de Nerón quizá sea producto de sus malquerientes, es hasta hoy el ejemplo del gobernante que toca la lira mientras su pueblo es abrasado. 

Gobernador, ya no pudo, tire el arpa, para qué emular en eso a Nerón.

Salvador Camarena 04.07.2024 Última actualización 04 diciembre 2024 5:7

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