Opinión

Salvador Camarena: Para documentar el pesimismo

López Obrador. | El nuevo candidato de Morena tendrá que convencer a AMLO de la continuidad | Fuente: Cuartoscuro

En el escenario de que Morena gane la elección presidencial, hay quien sostiene que el nuevo ocupante de la silla del águila será necesariamente más moderado, menos radical; lo que se podría traducir en diálogo con opositores, en correcciones de excesos o aberraciones (léase, por ejemplo, no tener en Conacyt a personajes como la actual titular). No entiendo de dónde sale tal expectativa. Enumero algunas de las condiciones que, de ganar de nuevo el lopezobradorismo, hacen poco viable tal giro o matiz.

Discrecionalidad vs. institucionalidad. El viejo régimen aceptó ceder márgenes de acción porque necesitaba o legitimidad internacional o despresurizar reclamos de democracia. Gane como gane, se asumirá legítimo democráticamente y, por tanto, querrá perpetuar un sistema con Cofeces, Inais, IFTs, CNDHs, CREs… disminuidos. Considerará que una presidencia imperial es lo idóneo, y que hasta Estados Unidos, ni más ni menos, puede ser uno de los actores –como la IP nacional– que privilegien acuerdos discrecionales antes que sujetarse al arbitrio de mecanismos institucionales.

Fuerza mayoritaria. Incluso si la oposición lograse una fuerte presencia en San Lázaro y el Senado, Morena y aliados tendrán las de ganar como bloque principal en el Congreso de la Unión. Y si ello no ocurriera, si el PRIAN desplaza al actual oficialismo en el control legislativo, salvo una improbable catástrofe, el movimiento de Andrés Manuel contará en 2024 con dos tercios de las gubernaturas, respaldo monolítico para hacerse valer en movilizaciones de toda clase.

El encargo. Quien gane la candidatura de Morena será porque ha convencido al líder de que puede, en sus palabras, continuar la transformación: velar prioritariamente por las obras que estarán aún por madurar –Tren Maya y Dos Bocas, para empezar–, defender a compañeros que no dudaron al momento de, en el mejor de los casos, violentar leyes y normas dado que el fin del cambio de régimen bien valía utilizar prácticamente cualquier medio, y cuidar incluso a quienes hayan cometido actos de corrupción: la o el sucesor deberá garantizar que el legado lopezobradorista no sea manchado por escándalos.

Enquistamiento. En el viejo régimen se atribuía a Fidel Velázquez el dicho de que a balazos llegamos, a balazos tendrán que sacarnos. En esta revolución pacífica (AMLO dixit) es igual de predecible que quienes por fin llegaron harán todo lo posible para no ceder los espacios de poder conquistados. El sentido de revancha que motiva a no pocas de las figuras del lopezobradorismo pesará más que cualquier consideración de que lo que toca tras el actual sexenio es comenzar a reconocer la pertinencia de otras voces o fuerzas. La nueva presidencia tendrá resistencias dentro del propio movimiento para cambiar agendas o renovar cuadros. En parte porque creerán que la obra no está concluida, en parte porque no tienen mucho más a dónde ir. Cualquier moderación será cuestionada, por principio, dentro del gobierno por quienes no querrán soltar el hueso.

Los mencionados factores son parte del contexto de la pugna por la candidatura del oficialismo. En esa pelea, si en algo, las tres corcholatas coincidirán en su particular denuedo por demostrar que encarnan al mejor exégeta de López Obrador, y por ende la mejor carta para seguir la misión iniciada por el de Macuspana.

Andrés Manuel no es un Lázaro Cárdenas que crea que es tiempo de designar a un sucesor de tono moderado. Cuando el Presidente toca madera en el atril para conjurar la posibilidad de que gane un opositor que eche para atrás sus reformas o políticas, también envía el mensaje a sus seguidores: es de opositores pensar que lo que sigue sea revisar, moderar o corregir.

Salvador Camarena 12.52.2023 Última actualización 12 enero 2023 6:52

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